Noam Chomsky, Política y cultura a finales del siglo XX, 1996 (Parte I)
La caída del muro de Berlín, con todas sus consecuencias, tuvo un impacto enorme en el panorama cultural del mundo occidental, no en vano significó el final del sistema bipolar sobre el que se había organizado la política internacional tras el final de la Segunda Guerra Mundial(1). Este libro de Noam Chomsky, fruto de unas conferencias del mismo en España en 1992, es una buena muestra de ello. Y es que Chomsky no es un intelectual cerrado a sus investigaciones, donde por otra parte es un destacado lingüista generacionista, sino que ha volcado toda su capacidad de movilización en torno a su nombre, como arma contra el conformismo. En el propio libro objeto de esta recensión se hace hincapié de la temprana conciencia política de Chomsky, cuando a los 11 años de edad la noticia de la caída de Barcelona ante las tropas franquistas causó un gran impacto en sus ideas en torno a la revolución social (p. 6). De este modo, con la llegada a su madurez intelectual, al mismo tiempo que ha desarrollado numerosas investigaciones relacionadas con la lingüística, su espectro de publicaciones se ha visto coloreado con multitud de libros de corte político donde se posicionaba como un intelectual «de izquierdas». Así, desde la Guerra de Vietnam hasta la actualidad, Chomsky se ha ido situando como una de las figuras de referencia dentro del activismo intelectual de izquierda occidental. Caracterizado sobre todo por su crítica a la política exterior de los Estados Unidos de la que ha llegado a decir: «As the most powerful state, the us makes its own laws, using force and conducting economic warfare at will. It also threatens sanctions against countries that do not abide by its conveniently flexible notions of “free trade”»(2). Él mismo se ha descrito políticamente en un sentido amplio, como un anarcosindicalista y socialista libertario, crítico con la ortodoxia leninista del marxismo(3).
En este sentido, el libro aquí tratado, supuso la primera experiencia en el panorama español del célebre lingüista en su faceta más reivindicativa. De su fuerte influencia responde la publicación de este libro, en un momento clave además para la historia de Occidente. Así, la estructura del libro responde a las tres conferencias con las que Chomsky ilustró su discurso político, tres partes que por otro lado tienen todas un hilo conductor claro, la relación entre política, democracia, capitalismo y cultura –entendiendo como cultura el sentido amplio del término–. De este modo, en la primera parte titulada «Perspectivas de libertad y justicia», Chomsky expone su teoría sobre las relaciones entre los centros de poder mundial con las zonas de «explotación». En este sentido, el ponente nos descubre cómo ya Adam Smith, en el siglo xviii, observaba que el sometimiento al Imperio Británico condenaba a la pobreza a unas colonias hasta entonces prósperas (pp. 15-16). En suma, en un análisis braudeliano de la historia(4), Chomsky conectaba el descubrimiento de América, con el establecimiento de la urss y la Guerra Fría, incluso hasta la «nueva era imperial» constituida por George Bush tras la guerra del Golfo, en aquel momento de cercana actualidad. Es decir, lo que podríamos resumir en la eufemística expresión –según Chomsky (p. 74)– de las relaciones entre «el Norte y el Sur».
Y ante esta configuración injusta del mundo, basada en la idea de que el capitalismo y la democracia es para unos pocos ¿Qué actitud han adoptado los intelectuales según Chomsky? Pues ciertamente muy diversa y es este, sobre todo, uno de los aspectos en los que se centra la segunda de sus conferencias, que está recogida en este libro bajo el título de «Poder y democracia». Para el autor, la historia se ha caracterizado por la idea de progreso en torno a un ideal de democracia liberal (p. 45), una democracia que por otra parte ha tenido desde el siglo xviii una doble definición. Por un lado, la democracia entendida como control ideológico, y es que desde la Revolución Francesa las clases dirigentes han observado con temor los peligros de la democracia. Algo que me recuerda a los miedos de algunos exponentes del liberalismo decimonónico al sufragio universal(5). Así, Chomsky explica cómo de esta tradición bebió el célebre periodista americano Walter Lippmann, cuando a principios de siglo xx se atrevió a dividir la sociedad en dos clases de ciudadanos, hombres responsables y el «rebaño», es decir, la masa (pp. 48-49). Al mismo tiempo, por otro lado, también nos expone una tradición libertaria, que ha entendido la democracia en su acepción real, en pro de la igualdad, y que para Chomsky es rastreable hasta el propio John Locke (p. 50).
(1) Una buena aproximación al periodo que comprende el final de la Segunda Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética en Tony Judt, Postwar: A History of Europe Since 1945, New York, The Penguin Press, 2005, 878 páginas.
(2) Christian Garland, «Noam Chomsky», en Immanuel Ness (ed.), The International Encyclopedia of Revolution and Protest: 1500 to the present, Blackwell Publishing, 2009.
(3) Ibídem.
(4) Un ejemplo de la teoría sobre triple tiempo histórico (larga duración, coyuntura y acontecimiento) de Fernand Braudel en El Mediterráneo y el mundo Mediterráneo en la época de Felipe II, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1953.
(5) En la España del siglo XIX son célebres las participaciones en el debate de Fermín Caballero , Joaquín María López o Andrés Borrego: María Sierra, María Antonia Peña Guerrero y Rafael Zurita, Elegidos y elegibles: la representación parlamentaria en la cultura del liberalismo, Madrid, Marcial Pons, 2010.
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