Personajes: Mussolini (Parte I)
Comenzamos esta nueva sección del blog titulada Personajes. No con una voluntad biográfica, ni mucho menos en contar una historia protagonizada únicamente por los grandes personajes, sino como una herramienta para situar a esas personas en su contexto histórico más complejo. Empezamos con Benito Mussolini, Duce del fascismo italiano y dictador de Italia entre 1922 (o 1925) y 1943 (o 1945).
Una figura -Mussolini- en la que la herencia de la culturas políticas italianas del siglo XIX tiene una clara influencia en la formación de su discurso político y también, del discurso político del fascismo en general. Pero para que el fascismo apareciera como una alternativa al sistema liberal, tenía que producirse un punto de inflexión en una sociedad, que ya antes de la guerra estaba en plena transformación. Ese punto de inflexión fue la Primera Guerra Mundial, que no solo en Italia, sino que en la mayoría de los países europeos cambió el modo de entender el mundo en todos sus aspectos. El fascismo por lo tanto no se puede entender si no tiene en cuenta el impacto que causó la Primera Guerra Mundial.
La pregunta es: ¿Por qué en Italia? ¿Cual es el caldo de cultivo para que, siendo un país vencedor, sea el origen del fenómeno fascista en Europa? La cuestión es como la sociedad italiana reacciona ante los cambios que avecinaron la Primera Guerra Mundial. Y del mismo modo, cabría preguntarse sobre su final. ¿Cómo una dictadura de 20 años, se desmorona en un día? Y lo cierto es que no fue en un solo día, fue un proceso, pero es interesante su análisis. Los orígenes del fascismo por lo tanto beben de dos fuentes, por un lado la herencia de la cultura política italiana, y por otro lado las consecuencias que tiene la Primera Guerra Mundial en la sociedad. Respecto a lo primero ya lo ha explicado mi compañero en profundidad. De modo que me voy a centrar en exponer las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y cómo desembocan en la subida al poder del fascismo.
En este sentido, la sociedad italiana de principios del siglo XX se encontraba en pleno proceso de transformación: de un sociedad tradicional y rural a una sociedad industrial y mecanizada, lo que supuso no pocos traumas sobre todo en sectores campesinos que ven transformado por completo su modo de vida. Un modo de vida que había estado marcado durante siglos por el ritmo de la naturaleza en el campo y que ahora se veían sometidos a los ritmos de la industria y progreso, todo esto la Primera Guerra Mundial no hizo más que multiplicar el efecto. Además, el sistema liberal que nace de la unificación representaba a un sector muy pequeño de la sociedad por lo que las contradicciones no iban a tardar en aparecer -en este sentido Gramsci entendía el Risorgimento como una revolución burguesa limitada-. Así pues, el Estado liberal era acosado desde sectores tan variados como los católicos, el campesinado y más tarde los socialistas. De hecho, la historia del liberalismo hasta 1914 había sido la historia del declive de las élites burguesas en su afán de gobernar sin el apoyo de las masas, ya que los intentos por parte de Giolitti de la ampliación de la base social mediante un acercamiento al obrerismo en los años previos a la guerra fueron un fracaso absoluto.
Por otro lado antes incluso, de que Italia decidiera entrar en la contienda, la guerra creo una ruptura importante en Italia, la división entre neutrales e intervencionistas. Los debates en torno a la participación italiana en la Gran Guerra llegaron a todos los sectores de la sociedad. Entre aquellos que apoyaban la neutralidad destacaban los socialistas, los católicos y sectores liberales. El grupo de los intervencionistas era mucho más diverso y ambiguo: en él podemos encontrar desde nacionalistas, futuristas, anarquistas, liberales conservadores e incluso radicales revolucionarios. Como ya hemos visto, es en este momento cuando Mussolini se desvincula del Partido Socialista y comienza a promocionar la intervención de Italia en la guerra, atrayendo a radicales revolucionarios que entendían la guerra como una forma de revolución -momento en el que se forma los Fasci d'Azione Rivoluzionaria, germen de los posteriores Fasci di Combattimento-.
Finalmente en Abril de 1915 Italia se compromete a luchar del lado de los ingleses pese al sentimiento neutral de la sociedad. Ya que se creía en una guerra corta y con las esperanzas de derrotar a su tradicional enemigo, Austria, y de recibir colonias y territorios en el Adriático. Pero la guerra para Italia fue un desastre, medio millón de muertos y el doble de heridos, grandes costes económicos y además unas compensaciones escasas en comparación con las expectativas que se habían creado. Esto será el origen del mito de la «victoria mutilada». Un mito, heredero del irredentismo, basado en el orgullo nacional herido y que después será aprovechado por la retórica fascista para ganarse el apoyo de nacionalistas, pero también de los ex-combatientes que consideraban que su esfuerzo por la patria no había sido recompensado.
Unos ex-combatientes que se convirtieron en un sector importante de la sociedad, dos millones y medio de movilizados regresaban a casa. Un grupo que había desarrollado una camaradería especial durante el conflicto y que estarán en contra del sistema liberal, por el cual no se sienten representados y al que consideran culpable de la crisis económica, del paro y de las pésimas condiciones laborales.
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