La campana de Huesca

Hoy queremos contar la historia de la campana de Huesca. Corría el año 1134, Alfonso I El Batallador, rey de Aragón y de Pamplona moría sin descendencia. El rey, a pesar de haber logrado doblar el territorio de Aragón y poseer también el trono del vecino reino de Pamplona, fracasó en una de sus principales obligaciones, tener descendencia. Un problema grave, porque además, en su testamento, el rey había hecho heredero de sus reinos a las Órdenes Militares que el tanto había admirado -en aquellos momentos a la orden de los Templarios, a los Hospitalarios y a los caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén-

Francisco Pradilla, Retrato de Alfonso I, 1879.

En Pamplona lo tuvieron fácil, la nobleza y el clero decidieron no acatar el testamento del rey y elegir a García Ramirez, luego apodado el Restaurador, como rey de Pamplona ya independiente de los territorios aragoneses. Pero, en Aragón, la situación fue más complicada. Los nobles, en medio de unas tremendas luchas internas, debían decidir si acatar o no la última disposición del rey, pero el miedo ante el aumento de la influencia de las Órdenes Militares en Aragón, y por lo tanto, su pérdida de poder, hizo que como en Pamplona, se decidiera no cumplir el testamento de Alfonso y ponerse a buscar de inmediato algún candidato. 

Lo más lógico era que el reino permaneciera en el mismo linaje que había gobernado el reino desde que los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza pasaran a estar bajo la figura de Ramiro I de Aragón. Y que mejor que el hermano de Alfonso, el también llamado Ramiro. Pero había un problema, un gran problema. Ramiro era en aquellos momentos obispo de Roda-Barbastro. De hecho, como cuarto hijo de Sancho I, toda su vida había estado volcada a la Iglesia, primero como monje en el monasterio francés de San Ponce de Tomeras, luego como abad de San Pedro el Viejo en Huesca y, por último, como obispo en la ya citada diócesis. De este modo, para que pudiera reinar, casarse y por supuesto, tener descendencia sería necesaria una bula papal que anulara su compromiso con la Iglesia.

Manuel Aguirre y Monsalbe, Ramiro II de Aragón, 1851-1854.

Y así fue, Ramiro fue coronado en Zaragoza, como Ramiro II, más tarde se le conoció como el Monje. Aunque parece ser que los inicios de su reinado no fueron fáciles. Tensiones entre sus nobles, muchos de los cuales le desobedecían y ponían en cuestión la legitimidad de su corona. Ante tal situación, Ramiro II, un hombre de Estado, mandó a un mensajero para pedir consejo a su antiguo maestro y abad del monasterio de San Ponce de Tomeras. El abad no habló, se dirigió al huerto y cortó algunas de las hiervas que sobresalían del mismo, tras lo cual indicó al mensajero del rey que le repitiera a este el gesto que acababa de contemplar.

Dicho y hecho, cuenta la leyenda que Ramiro II hizo reunir a los más importantes nobles del reino en la ciudad de Huesca, con la excusa de hacer una campana que se escuchara en todo el reino. Allí, en una de las salas del palacio real, engañados fueron entrando los nobles aragoneses, y conforme lo hacían, uno a uno eran decapitados por Ramiro, que allí los esperaba, con espada en mano, como si de Beatrix Kiddo se tratara -la protagonista de Kill Bill-. Con este acontecimiento, Ramiro II logró la estabilidad que deseaba para su reino, con lo que pudo casarse con Inés de Poitou, y finalmente tener descendencia. Pero eso, ya es otra historia.


José Casado del Alisal, La campana de Huesca, 1880 (Museo del Prado)

Lo que nos tiene que quedar claro de todo esto es que, evidentemente, estos hechos no son reales. Pero sí es cierto que tras la leyenda, y como muchos expertos, científicos, filólogos e historiadores han demostrado, hay una parte de verdad y por lo tanto, una fuente histórica. Porque este mito, esta leyenda, nos está explicando las tensiones internas que se inician entre los grandes poderes del reino de Aragón por el complicado asunto del testamento de Alfonso I. De hecho, Antonio Ubieto Arteta y Manuel Alvar, consideraban que la primera redacción del cantar de gesta de este acontecimiento rondaría el siglo XII y por lo tanto casi coetáneo al reinado del propio Ramiro II, que dos siglos después se recogería en la Crónica de San Juan de la Peña.

El mismo Jerónimo Zurita, ya en el siglo XVI, analizó dicho relato y encontró las fuentes clásicas de las que probablemente provenía dicho relato, la Historia de Heródoto, por lo que aceptaba la veracidad de una posible represión de algunos nobles por parte de Ramiro II, pero negaba totalmente la leyenda. En este sentido, y más recientemente, Alberto Montaner ha opinado que la leyenda de la campana de Huesca es una influencia directa de la Razón de Estado -en término maquiavélicos- que ya narraba Tito Livio en el siglo I antes de la Era. Así, podemos concluir que la historiografía actual niega por completo la fidelidad de la leyenda de la campana de Huesca, pero si que admite que puede estar directamente influenciada de ese contexto político y social de inestabilidad que caracterizó el reinado de Ramiro II de Aragón.

BIBLIOGRAFÍA

Laliena, Carlos (2000). La campana de Huesca, Zaragoza: CAI.

Montaner Frutos, Alberto (2007-2008). «Los clásicos, la emblemática y la razón de estado: lecturas áureas de la "campana de Huesca"». Revista Estudos de Literatura Oral. Faro: Centro de Estudos Ataíde Oliveira, Universidade do Algarve, pp. 251–266. 

Pérez Lasheras, Antonio (2003). La literatura del reino de Aragón hasta el siglo XVI. Zaragoza: Institución Fernando el Católico.

Romeo Pallás, José María (1989). «Dos legendarios antecedentes clásicos de la Campana de Huesca». Aragón en la Edad Media. Zaragoza: Universidad de Zaragoza, Departamento de Historia Medieval, Ciencias y Técnicas Historiográficas y Estudios Árabes e Islámicos, pp. 557–560.

Ubieto Arteta, Antonio (1982). Historia de Aragón. Literatura medieval I, Zaragoza: Anubar.

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