Apuntes de historia: El Mediterráneo, un ejemplo de historia sin fronteras
Resulta muy curioso pensar que el Mediterráneo hasta mediados de los años cuarenta del pasado siglo no fuera tenido en cuenta como sujeto protagonista de la Historia, todo ello a pesar de su importancia desde la Antigüedad. Aunque si lo analizamos desde un punto de vista historiográfico, no es ni tan curioso ni tan casual. De hecho, los orígenes de la ciencia histórica están estrechamente vinculados a la formación de los primeros Estados-nación en el siglo XIX, por lo que las primeras escuelas historiográficas tuvieron una visión historicista y nacional de la Historia, cuyo principal objetivo era el de fortalecer la identidad nacional de esas jóvenes naciones.
De este modo, no será hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando las corrientes historicistas y positivistas decaigan dejando paso a nuevas interpretaciones históricas, donde destaca la denominada Escuela de Annales. Estas nuevas formas de hacer historia se alejaban progresivamente del discurso nacional, de los grandes acontecimientos y personajes, por lo que añadían complejidad al relato histórico con la aportación de herramientas y estudios de otras ciencias sociales como la geografía, la antropología, la sociología o la economía. En este sentido es donde debemos entender la aparición de la obra de Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II publicada por primera vez en 1948. Así, Braudel, considerado el miembro más notable de la segunda generación de Annales, no solo consiguió establecer un verdadero paradigma historiográfico en torno al tiempo histórico, sino que también definió el Mar Mediterráneo como un verdadero sujeto histórico. Es decir, con vida propia, con una geografía y una sociedad en constante evolución por la cuales se han desarrollado culturas, rutas comerciales, lenguas, leyes y formas de gobierno.
De hecho, es muy importante saber como se ha tratado al Mediterráneo desde un punto de vista historiográfico, porque como hemos dicho, a pesar de que ese mar ha estado allí desde el orígenes de las civilizaciones occidentales, nunca se ha interpretado su papel de la misma manera. Como explica el profesor Joan Lluís Palos, el propio uso del termino Medi Terraneum es relativamente reciente, allá por el siglo VII por parte de Isidoro de Sevilla. Antes, cada una de las civilizaciones que habían florecido en torno a sus costas lo habían llamado con distintos nombres. Los egipcios lo llamaron el «Gran Verde», los romanos el Mare Nostrum y finalmente los árabes que lo llamaron al-Baḥr al-Mutawāsiṭ (البحر المتواسط «el mar intermedio»). Tal es así que podemos hablar de un Mediterráneo con múltiples significados, tanto desde un punto de vista histórico, como geográfico, como cultural y social. Podemos distinguir entre un Mediterráneo Occidental y un Mediterráneo Oriental e incluso un Mediterráneo Central. Un Mediterráneo cristiano y un Mediterráneo musulmán. Un Mediterráneo europeo y un Mediterráneo extraeuropeo. Un Mediterráneo homogéneo frente a un Mediterráneo dispar. En este sentido, el libro de Braudel abrió una verdadera mesa de debate en torno a todos estos temas de los cuales han surgido obras muy interesantes desde un punto de vista historiográfico y que ha apuntalado de manera reciente David Abulafia con su libro El gran mar: Una historia humana del Mediterráneo.
Por lo tanto, quisiera concluir esta breve entrada haciendo hincapié en la importancia que ha tenido la historiografía en darnos una visión más certera de lo que ha sido Mediterráneo en el tiempo histórico. Un mar, que desde que los fenicios abrieran las primeras rutas comerciales allá por el siglo VIII antes de la Era, se ha convertido en un verdadero espacio de continuidades hasta que, como ya hemos apuntado, la lógica de los discursos nacionalistas nos haya hecho ver como se dibujan fronteras donde nunca las ha habido.
Mar Mediterráneo
De este modo, no será hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando las corrientes historicistas y positivistas decaigan dejando paso a nuevas interpretaciones históricas, donde destaca la denominada Escuela de Annales. Estas nuevas formas de hacer historia se alejaban progresivamente del discurso nacional, de los grandes acontecimientos y personajes, por lo que añadían complejidad al relato histórico con la aportación de herramientas y estudios de otras ciencias sociales como la geografía, la antropología, la sociología o la economía. En este sentido es donde debemos entender la aparición de la obra de Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II publicada por primera vez en 1948. Así, Braudel, considerado el miembro más notable de la segunda generación de Annales, no solo consiguió establecer un verdadero paradigma historiográfico en torno al tiempo histórico, sino que también definió el Mar Mediterráneo como un verdadero sujeto histórico. Es decir, con vida propia, con una geografía y una sociedad en constante evolución por la cuales se han desarrollado culturas, rutas comerciales, lenguas, leyes y formas de gobierno.
Retrato de Fernand Braudel (1902-1985)
De hecho, es muy importante saber como se ha tratado al Mediterráneo desde un punto de vista historiográfico, porque como hemos dicho, a pesar de que ese mar ha estado allí desde el orígenes de las civilizaciones occidentales, nunca se ha interpretado su papel de la misma manera. Como explica el profesor Joan Lluís Palos, el propio uso del termino Medi Terraneum es relativamente reciente, allá por el siglo VII por parte de Isidoro de Sevilla. Antes, cada una de las civilizaciones que habían florecido en torno a sus costas lo habían llamado con distintos nombres. Los egipcios lo llamaron el «Gran Verde», los romanos el Mare Nostrum y finalmente los árabes que lo llamaron al-Baḥr al-Mutawāsiṭ (البحر المتواسط «el mar intermedio»). Tal es así que podemos hablar de un Mediterráneo con múltiples significados, tanto desde un punto de vista histórico, como geográfico, como cultural y social. Podemos distinguir entre un Mediterráneo Occidental y un Mediterráneo Oriental e incluso un Mediterráneo Central. Un Mediterráneo cristiano y un Mediterráneo musulmán. Un Mediterráneo europeo y un Mediterráneo extraeuropeo. Un Mediterráneo homogéneo frente a un Mediterráneo dispar. En este sentido, el libro de Braudel abrió una verdadera mesa de debate en torno a todos estos temas de los cuales han surgido obras muy interesantes desde un punto de vista historiográfico y que ha apuntalado de manera reciente David Abulafia con su libro El gran mar: Una historia humana del Mediterráneo.
Mapa del Mediterráneo y el mundo conocido para los occidentales en época de
Eratóstenes (siglo II antes de la Era)
Por lo tanto, quisiera concluir esta breve entrada haciendo hincapié en la importancia que ha tenido la historiografía en darnos una visión más certera de lo que ha sido Mediterráneo en el tiempo histórico. Un mar, que desde que los fenicios abrieran las primeras rutas comerciales allá por el siglo VIII antes de la Era, se ha convertido en un verdadero espacio de continuidades hasta que, como ya hemos apuntado, la lógica de los discursos nacionalistas nos haya hecho ver como se dibujan fronteras donde nunca las ha habido.
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