Diego de Velázquez, Apolo en la Fragua de Vulcano, 1629
Óleo sobre lienzo, Museo del Prado, Madrid
« [...] El primero que el adulterio de Venus con Marte vio
se cree este dios; ve este dios todas las cosas el primero.
Hondo se dolió del hecho y al marido, descendencia de Juno,
los hurtos de su lecho y del hurto el lugar mostró; mas a aquél,
su razón y la obra que su fabril diestra sostenía,
se le cayeron: al punto gráciles de bronce unas cadenas,
y redes y lazos que las luces burlar pudieran
lima -no aquella obra vencerían las más tenues
hebras, no la que cuelga de la más alta viga telaraña-
y que a los ligeros tactos pequeños movimientos obedezcan
180 consigue, y el lecho circundando las coloca con arte.
Cuando llegaron a este lecho, al mismo, su esposa y el adúltero,
con el arte del marido y las ataduras preparadas de novedosa manera,
en mitad de sus abrazos ambos sorprendidos quedan.
El Lemnio al punto sus puertas marfileñas abrió
y admitió a los dioses; ellos yacían enlazados [...]»
Ovidio Nasón, Publio, Metamorfosis. Libros I–V. Madrid, Editorial Gredos, 2008.
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