Eduardo Mendoza, Qué está pasando en Cataluña, 2017
El tema de Cataluña es, sin duda, el que más portadas de periódicos ha protagonizado en los últimos años en el panorama mediático español. Un tema donde se mezclan la historia, la memoria, la pasión y la política y, por lo tanto, un tema que no deja indiferente a nadie. En las reuniones de amigos y familiares, Cataluña y el procés se han convertido en muchas ocasiones en las conversaciones que separan unas posturas y otras. Partidarios o detractores, pocas veces nos podemos situar en una posición intermedia dado lo acalorado del debate, en ocasiones encendidos por los grandes medios de comunicación.
En este sentido, Eduardo Mendoza no pretende otra cosa que intentar añadir algo de claridad y análisis a una situación crítica. Nacido en Cataluña (Barcelona) en 1943, ha sido recientemente galardonado con el Premio Cervantes (2016), aunque es principalmente conocido desde la publicación de La verdad sobre el caso Savolta en 1975. De este modo, Mendoza analiza en este breve ensayo la mayoría de los puntos calientes del debate o como el denomina «temas recurrentes». El primer bloque que analiza es la sombra del franquismo, una sombra desde su punto de vista exagerada tanto en la propia figura del general Franco como en la distancia temporal que nos separa de los acontecimientos de la dictadura y, sobre todo, de la Guerra Civil. Por lo tanto, yo entiendo que el autor no quiere decir que haya que desentenderse de la perspectiva histórica para entender lo que está sucediendo, pero sí clarificar memorias y mitos que todavía hoy perduran. Desde mi punto de vista esto solo se puede solucionar enseñando más Historia en las aulas de los institutos y no apartándola de los planes de estudio como se está haciendo en los últimos años.
Sin perder esa perspectiva histórica, otro de los puntos en los que Mendoza se atreve a entrar es en los de la propia sociedad catalana. Ya sea en la asimilación de la inmigración por parte de los catalanes o incluso adentrándose en sus propios orígenes. De la primera idea, según su análisis, podemos destacar dos puntos interesantes. Por un lado, que la sociedad catalana ha sido tradicionalmente una sociedad cerrada y por ello, en el momento en que se recibió a las grandes masas de inmigrantes del resto de España, principalmente del sur, se hizo de manera más bien distante. Fruto de ello, es la desmembración de la sociedad catalana en una que fue y es, y en otra que no fue ni será. Y si bien es cierto, como señala el autor, que segundas generaciones de inmigrantes se han podido integrar dentro de la sociedad catalana, lo han hecho renunciando a su identidad original.
Por otro lado, dentro de su análisis histórico, Mendoza va más allá y nos plantea los orígenes de la sociedad catalana. Y es que si bien desde el independentismo catalán se considera el Decreto de Nueva Planta como el final de la autonomía catalana y el inicio del centralismo desde Madrid -cosa que también sucedió tanto en Aragón, Valencia y Baleares-, no se dice que desde ese momento también los catalanes pudieron emprender negocios con las colonias hasta entonces monopolio solo de castellanos. De hecho, gracias a la acumulación del dinero de los indianos, la burguesía catalana pudo emprender el camino de la revolución industrial en el siglo XIX. A pesar de que, como asegura el autor, la industria catalana fue siempre precaria y dependió de las tensiones sociales y de la intervención estatal para mantener una relativa estabilidad.
Más complejo es, si cabe, la situación de Barcelona en el panorama catalán. Mendoza se atreve a titularla como el «pecado original». Y es que la burguesía catalana siempre ha visto en Barcelona muchos de los defectos que no querían ver en su sociedad ideal catalana. Foco de peligrosos ideales como el anarquismo, la capital era y es el contraste a los valles y a los pequeños pueblos costeros del mundo rural catalán. Por ello, como señala el autor, es curioso como el movimiento soberanista ha alzado la voz en los momentos en el que el cosmopolitanismo de Barcelona ha alcanzado sus cotas más altas.
El libro nos deja con un sabor agridulce, pues sí bien es muy acertado es su planteamiento, el pesimismo con el que acaba nos puede hacer plantearnos si la situación en Cataluña ya es irremediable. De hecho, el libro no tiene final, como su propio autor nos aclara, está escrito al calor de los últimos acontecimientos -el referéndum del 1 de Octubre y la declaración de independencia de Cataluña- y de su propia necesidad de aclarar las ideas.
Por otro lado, dentro de su análisis histórico, Mendoza va más allá y nos plantea los orígenes de la sociedad catalana. Y es que si bien desde el independentismo catalán se considera el Decreto de Nueva Planta como el final de la autonomía catalana y el inicio del centralismo desde Madrid -cosa que también sucedió tanto en Aragón, Valencia y Baleares-, no se dice que desde ese momento también los catalanes pudieron emprender negocios con las colonias hasta entonces monopolio solo de castellanos. De hecho, gracias a la acumulación del dinero de los indianos, la burguesía catalana pudo emprender el camino de la revolución industrial en el siglo XIX. A pesar de que, como asegura el autor, la industria catalana fue siempre precaria y dependió de las tensiones sociales y de la intervención estatal para mantener una relativa estabilidad.
Más complejo es, si cabe, la situación de Barcelona en el panorama catalán. Mendoza se atreve a titularla como el «pecado original». Y es que la burguesía catalana siempre ha visto en Barcelona muchos de los defectos que no querían ver en su sociedad ideal catalana. Foco de peligrosos ideales como el anarquismo, la capital era y es el contraste a los valles y a los pequeños pueblos costeros del mundo rural catalán. Por ello, como señala el autor, es curioso como el movimiento soberanista ha alzado la voz en los momentos en el que el cosmopolitanismo de Barcelona ha alcanzado sus cotas más altas.
El libro nos deja con un sabor agridulce, pues sí bien es muy acertado es su planteamiento, el pesimismo con el que acaba nos puede hacer plantearnos si la situación en Cataluña ya es irremediable. De hecho, el libro no tiene final, como su propio autor nos aclara, está escrito al calor de los últimos acontecimientos -el referéndum del 1 de Octubre y la declaración de independencia de Cataluña- y de su propia necesidad de aclarar las ideas.
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