La Historia y la educación en ciencias sociales

A propósito de los eternos debates educativos, preocupa en concreto, las cuestiones relacionadas con la didáctica de las ciencias sociales. En primer lugar por el complicado espacio que ocupa dentro del mundo de las ciencias, un hueco entre las denominadas ciencias educativas y aquellas ciencias referentes en las que se fundamenta (entre las más destacadas la Historia, la Geografía o la Filosofía). En segundo lugar por la marginalidad a la que se han visto sometidas estas materias, y también las ciencias sociales, dentro del currículo educativo español -en el caso europeo la situación parece menos alarmante-. Y, finalmente, por la metodología tradicional en el aprendizaje y enseñanza, sobre todo de la Historia, que se ha basado en la memorización de una única narración, generalmente vinculada al nacionalismo. 


Eugène Delacroix, La Liberté guidant le peuple, 1830.

Respecto al complicado lugar que ocupa la didáctica de las ciencias sociales en el mundo de las ciencias, me gustaría centrarme en el caso concreto de la Historia, por ser la principal ciencia de la que se nutre y seguramente por ser en la que mayor se evidencia ese divorcio entre la Historia academicista a nivel universitario y su enseñanza en los niveles medios. En general, son pocos los profesores universitarios que se involucran en las cuestiones relacionadas con la didáctica de la Historia a niveles medios, solo algunos comprometidos con su labor social como historiadores, o aquellos que como paso previo a la universidad han vivido las enseñanzas medias se molestan en participar en el debate. Por otro lado hay un gran porcentaje de estos profesores, sobre todo volcados en su parte investigadora que ni contemplan que sus trabajos puedan tener una dimensión educativa en la enseñanza más allá de los muros de la universidad. 

Esto evidentemente se ha visto volcado en el currículo educativo de la Historia en Secundaria donde tanto en contenidos como en prácticas ha perdido la verdadera esencia que tiene la propia disciplina. Esto es, una naturaleza epistemológica basada en el conflicto de opiniones y en continuo replanteamiento de la ciencia, con preguntas, crítica y reinterpretación constante.  Y entonces, si la Historia no es una mera reproducción del pasado ¿Por qué se esta ha estado «vendiendo» como una cronología de acontecimientos y personajes célebres que memorizar? Bueno, por suerte las cosas están cambiando, pero todo tiene origen en el siglo XIX y el auge de los nacionalismos, que es cuando la Historia como tal entró a formar parte de los currículos educativos. Las clases dominantes se dieron cuenta de la utilidad de la Historia en la construcción de la idea nacional, un concepto que de revolucionario pasó a ser conservador. El nacionalismo como antídoto a la inestabilidad social a la diferencia de clases y las tensiones que estas provocaban. De ahí, que la Historia pasara a ser el relato nacional oficial, con sus héroes y mitología. Como diría Stefan Berger: «Nación es narración» (1). Esta forma tradicional de entender la Historia desde un punto de vista didáctica ha permanecido vigente hasta nuestros días -con algunas críticas, por supuesto-.


Stefan Berger, Ruhr-Universität Bochum.

De ahí que en la actualidad los adolescentes piensen que la Historia es fácil aunque aburrida, ya que solo consistiría en memorizar qué es el pasado. Es más, la mayoría de ellos no distingue la diferencia entre historia y pasado, de tal modo que creen que la Historia es una simple reproducción del pasado. Por lo tanto, para que vean que la Historia es una interpretación del pasado es necesario mostrarles su complejidad, su perspectiva histórica y en definitiva su participación en el eterno debate histórico.

(1) Stefan Berger, «Narrating the Nation: Historiography and Other Genres», S. Berger, L. Eriksonas and A. Mycock (eds.), Narrating the Nation. Representations in History, Media and the Arts, New York-Oxford, Berghahn Books, 2008, p. 1.

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