Enzo Traverso, A sangre y fuego. De la guerra civil europea, 2009 (parte 2)
Pero ¿Cómo fue el desenlace del periodo más traumático de la historia europea reciente? Enzo Traverso nos lo explica en el último apartado del capítulo. Como antes he citado, la guerra civil dejaba como única salida la aniquilación del enemigo, así, tras su derrota en 1945, Alemania dejo de existir como Estado y sólo la rápida implantación de la dinámica de la Guerra Fría vio el surgimiento de dos Estados en 1949. Pero existía un problema mayor, el enjuiciamiento y la depuración. La guerra había supuesto unas pérdidas humanas altísimas y el colaboracionismo era una realidad, así que la depuración fue un enfrentamiento directo con el pasado próximo, con características propias dependiendo de cada país. Pero generalmente, la justicia política fue más bien una forma de legitimar la victoria –véase el proceso de Nuremberg– que una forma de reparación sobre las victimas, ya que las amnistías de la posguerra funcionaron como un tupido velo sobre ese pasado traumático.
Respecto al segundo de los capítulos, Culturas de guerra, se caracteriza por ser un discurso más filosófico, con un gran despliegue de erudición y una clara obsesión por los conceptos y sus significados. Así, le da un soporte dentro del mundo de la cultura y de las ideas al desarrollo de los acontecimientos de la primera parte. En este sentido, demuestra como en el mundo de la vanguardia, la idea de la decadencia frente al progreso estaba bastante extendida antes de la Gran Guerra, si bien el desarrollo de esta no hizo más que afianzar ese pensamiento. Sin embargo, ese mundo cultural si que se vio tambaleado por la fiebre nacionalista que crea una ruptura cultural en toda Europa, es decir, la cultura al servicio de la nación, con muy pocas excepciones. Aunque dentro de todos los sentimientos que afloran en el imaginario colectivo y cultural, es el miedo en el que mayor hincapié hace el autor. El miedo a la masacre, a las armas modernas, el paso de la muerte natural a la muerte horrible, el culto al soldado desconocido. Un miedo que incluso se refleja en el mundo del arte y la cultura. No es casualidad que sea en estos momentos cuando se realice la reelectura de la obra de Hobbes, caracterizada por el estado de guerra como la naturaleza del hombre siempre con el miedo como trasfondo. También es interesante como el autor analiza el carácter juvenil y masculino de los actores de la guerra civil europea, representados por esa «generación del frente» que rompe con el viejo orden y la cual esta destinada a dirigir los destinos de la futura Europa. Frente a ello, la imagen de la mujer, una mujer que no posee ninguno de los atributos de la masculinidad, en definitiva, una mujer relegada al mundo maternal y procreador. Algo que comparten tanto el fascismo como el comunismo.
Por último, el autor analiza los problemas a los que se enfrenta el mundo de los intelectuales en un contexto donde la cultura esta muy politizada. Así, y pese a lo que algunas tesis han establecido, la verdadera movilización de los intelectuales no se produce en 1917, sino en 1933 como reacción al ascenso nazi al poder, siendo el origen del antifascismo. Esta postura, entra en discusión con las tesis de François Furet, desligando el origen del antifascismo del comunismo. Es precisamente el fascismo el que cimentó la unidad de sus enemigos.
Solo cabe decir, a modo de conclusión, que la obra de Enzo Traverso consigue abrir nuevos horizontes de un tema del que ya se han dicho muchas cosas. Además, logra pensar históricamente un tema tan politizado como el antifascismo –sobre todo si nos paramos a pensar en el caso italiano, con los buenos análisis históricos del malogrado Nicola Gallerano–. De este modo, no solo narra, sino que discute con algunas de las tendencias historiográficas que parecen haber olvidado que la labor del historiador no es realizar una condena moral o una apología política sino un análisis histórico crítico sin olvidar la función que el historiador ejerce en la sociedad.
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