La Transición: una mirada desde la historia

Con el recuerdo en el reciente fallecimiento de Adolfo Suárez, he decidido hacer un pequeño comentario sobre la Transición y la actual ley electoral, sin que se me ocurriera una forma mejor de honrar su memoria y su labor. En primer lugar, para matizar algunas de las cosas que podemos oír en los medios de comunicación, desde que Suárez fue el primer presidente democrático de nuestro país, cosa que no es cierta, puesto que estaríamos olvidando entonces el desarrollo histórico de la II República, o que la Transición fue perfecta, casi como si de un mito se tratase. En este sentido, desde aquí no dudamos de la importancia de la figura de Adolfo Suárez en relación con el final del franquismo, pero es una importancia matizable. Y es que no tenemos que olvidar que sin la presión social, desde abajo, la destitución de Arias Navarro por parte del rey habría sido impensable. Así, del mismo modo que se recuerda a los grandes personajes, motivamos el recuerdo de la colectividad, de todas aquellas personas más o menos anónimas que hicieron posible el regreso de la democracia a nuestro país.

Foto: César Lucas Escribano (1)

A cuarenta años de la muerte de Franco, todavía resulta difícil romper algunos de los grandes tópicos que se han construido sobre la Transición. En esta línea, y generalizando, podríamos dividir en tres grandes enfoques historiográficos sobre los que se ha analizado este periodo. Uno, sería el que entiende la Transición como un proceso predeterminado por los condicionamientos estructurales. En segundo lugar, la Transición como un proceso teledirigido, es decir, la existencia de una preparación previa que durante años ha sido objeto de apropiación ideológica de numerosos personajes. Y por último, la Transición resumida a los grandes personajes, un paraíso para los amantes de las metáforas; el rey como «el piloto del cambio» (1), o Suárez como «el piloto de la Transición» (2).

Por lo tanto, la labor de la historia no debería ser el simplificar los acontecimientos sino todo lo contrario, intentar explicar la complejidad de la dinámica histórica. Vuelvo a insistir, sin tener en cuenta la presión popular de esos años, el proceso de Transición tal y cómo sucedió sería inimaginable. Del mismo modo que tampoco podemos olvidar el factor externo de la Transición, un periodo crucial en el contexto internacional que dibujaba la Guerra Fría y que evidentemente tuvo su eco en suelo español.


Foto: Leonard Freed

Así, evitar mitos o dibujar la complejidad de los acontecimientos, son tareas poco comunes en los análisis de los medios de comunicación. De hecho, hoy con la puesta en entre dicho de nuestra clase política debido a la crisis económica, la gestión de la misma o la corrupción, se ha pasado de una imagen modélica y pacífica de transición, a una crítica descarnada sobre esta. Como casi todo en la vida, una postura intermedia sería la solución, ni la Transición española es el modelo único, ni la misma es el origen de todos nuestros males de hoy, puesto que si en cuarenta años de democracia ningún gobierno -y han pasado de varios colores- ha sido capaz de remendar los errores de la Transición, no sería justo, en este sentido, culpar por todo al pasado.


*Esta entrada está inspirada en los apuntes de la asignatura «Protesta y movimientos sociales en España» impartida por el profesor Alberto Sabio (Universidad de Zaragoza)  
(1) Biografía de César Lucas en: http://www.apge.org/biog-cesar-lucas.html
(2) Un ejemplo en Charles T. Powell, El piloto del cambio. El Rey, la monarquía y la transición a la democracia, Barcelona, Editorial Planeta, 1991.  
(3) Joaquín Prieto, «Muere Adolfo Suárez, el líder que cambió la historia de España», en El País, 23 marzo 2014 (consultado 24/03/2014)

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