La historia de los videojuegos (II): la era «antes del Pong»

Si nos paramos a pensar, la historia de los videojuegos no se diferencia demasiado a la historia de otras artes, técnicas o manifestaciones culturales. Los videojuegos se han adaptado siempre a su contexto. En primer lugar teniendo en cuenta a la sociedad a la que estaba dirigido, esto es que, por cuanto más tiempo libre ha existido, más cabezas pensantes han visto ese tiempo como un modo de ganar dinero. No nos olvidemos, que desde el siglo XIX vivimos en un sistema capitalista y por lo tanto, todo o casi todo es objeto de mercantilización. De este modo es desde el siglo XIX, y sobre todo gracias a la Revolución Industrial, cuando esas cabezas pensantes empezaron a idear formas en las que la gente que tenía tiempo libre, y por lo tanto dinero, pudieran estar entretenidos y no pensar en los dramas del día a día. Así, en el mismo tiempo que se crea el turismo, en el mismo tiempo que se crean los primeros cruceros de placer, también se crearon los primeras máquinas recreativas. Es por lo tanto un origen elitista, que como muchas otras cosas, se ha ido generalizando y democratizando durante todo el siglo XX en un bien de cultura popular, al menos en el mundo Occidental.


Como hemos dicho, la historia de los videojuegos no se diferencia de otras manifestaciones culturales. De hecho, el origen de los primeros videojuegos, al menos de los arcade, tienen unos orígenes muy cercanos al cine, pues utilizaron las mismas herramientas como pueden ser, el arte del ilusionismo o la mecánica de los primeros autómatas. Por ejemplo la Automated Skill Shooter (1894), que pese a que se desconoce bastante sobre su funcionamiento, viene a ser como una especie de shooter donde se debían de entrenar los últimos forajidos del Oeste americano. O también la Le Cochon Electriser (1898), un juego o más bien una máquina que conjugaba la resistencia del cuerpo humano ante la electricidad y la diversión. Todo consiste en que tú introduces la moneda, luego se enciende el aparato y después sujetas las piernecitas de lo que intenta ser un cerdo. Comienza el duelo, jugador y cerdo, frente a frente. El cerdo da pequeñas descargas eléctricas, si sueltas y te rindes, gana la máquina, gana el cerdo. En cambio, si el jugador resiste hasta el final, se convierte en el ganador.



Como vemos, estas máquinas, juegos o autómatas eran bastante rudimentarios pero ya tenían el concepto o la carga simbólica que van a tener las primeras máquinas arcade ya en la segunda mitad del siglo XX. En suma, las estas máquinas no buscaban solo la diversión o el entretenimiento, sino también acercar al conjunto de la sociedad los avances técnico-científicos del momento, como una máquina que por una moneda te hacía una radiografía de la mano o auténticos medidores de borrachera. Y hablando de borrachera, hay que decir que España también tuvo su momento de gloria en esta peculiar carrera de la diversión, ya que el futbolín, sí, nuestro querido futbolín, nació en España -aunque con alguna puntualización-. Puesto que si bien ya estaba patentado en Alemania a finales del siglo XIX, fue un español el que se atribuye el haber creado el futbolín con los jugadores con las piernas separadas -la versión española, por así decirlo-.



De este modo, y dando un pequeño salto en el tiempo llegamos al año 1972, año en el que la desaparecida Atari Inc. sacaba al público su máquina recreativa más celebre, el Pong. Un juego desarrollado entre Allan Alcorn, Nolan Bushnell y Ted Dabney, y que realmente sorprendió a la sociedad en general con más de 19.000 máquinas recretarivas vendidas, convirtiéndose en un verdadero icono de la cultura popular. De hecho, es a partir del Pong cuando podemos hablar de lo que se llama la industria de los videojuegos, ya que ese mismo año se sacan los primeros videojuegos en su versión doméstica con la apariciñon de las primeras consolas, como por ejemplo la Magnavox Odyssey. Pero de lo siguiente ya hablaremos otro día. Continuará.

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