Apuntes de historia: Grecia en el siglo IV
El final de la Guerra del Peloponeso (431-404 a.e.c.) dejo como principal potencia griega a Esparta, que inició un periodo de hegemonía cruel hasta el 371. cuando el ejercito de Tebas derrote a las tropas espartanas en la batalla de Leuctra. Un periodo de crisis, ya sea en el plano social como el político. Por un lado, la decadencia moral y cultural se traduce en una importante fractura de los ideales griegos, no hay que olvidar el gran desarrollo del pensamiento sofista en este periodo. Por otro lado, la crisis política viene definida tanto por el recrudecimiento de luchas internas en las polis (stasis) como por los conflictos militares que acabaran por terminar con la hegemonía espartana. Un primer conflicto estalla en el 395 con una alianza entre Argos, Tebas, Corinto y Atenas frente al poder espartano. El desenlace es una victoria espartana pero con una serie de concesiones, como por ejemplo un rearme naval ateniense (Paz de Antálcidas, 387 a.e.c.). Pero la hegemonía espartana no duro mucho, en el 371 antes de la era común el ejército espartano es derrotado por Tebas en la batalla de Leuctra.
Con el final de la hegemonía de Esparta, se inicia un breve periodo de dominio por parte de Tebas. Una hegemonía frágil porque además, en el 362 en Mantinea muere Epaminondas, uno de los principales artífices del éxito tebano. De este modo, a mitad del siglo IV tenemos a tres antiguas potencias en retroceso (Atenas, Esparta y Tebas) que coincide con el ascenso al trono de Macedonia de Filipo II (359 a.e.c.). Una Macedonia hasta entonces apartada de los conflictos en Grecia, pues ni los propios griegos los consideraban de los suyos y que además contaba con varios problemas. En primer lugar, su posición periférica respecto al mundo griego. En segundo lugar, la inestabilidad de los territorios vecinos, principalmente en el área de los Balcanes con la presencia de ilirios y tracios. Finalmente, otro de los grandes problemas que hasta ese momento tenía Macedonia era las propias luchas internas por la sucesión al trono. A pesar de todo, el ascenso de Filipo II al trono supone la inmersión del Reino de Macedonia en los conflictos de Grecia central, sometiendo a la mayoría de las ciudades-estado griegas en torno a la Liga de Corinto (338 a.e.c.). De este modo, lo que en principio era una paz sellada en torno a la creación de una coalición, se convirtió en la punta de lanza para la declaración de guerra al Imperio Persa.
Filipo II nunca llegaría a ver la derrota del Imperio Persa, ya que murió asesinado en el 336, año en el que hereda el trono Alejandro III, luego conocido como Mégas Aléxandros, Alejandro Magno, Alejandro el Grande. De hecho, su figura ha suscitado cientos de opiniones, biografías y relatos historiográficos hasta la actualidad, aunque cuando llegó al poder estaba todavía lejos de la imagen casi legendaria que se forjará tras su muerte. Alejandro, además de heredar el reino de Macedonia, supo aprovechar su posición de hegemón (concepto que proviene del griego y viene a significar dirección, jefatura, guía) de toda Grecia para volcar a estos a la guerra contra Persia.
La debilidad de Darío III y la rapidez de los ejércitos de Alejandro, harán de su campaña militar una operación fulminante. En el 333 sus tropas entran por la península de Anatolia y se dirigen por la costa del mar Mediterráneo hasta Egipto que arrebata a los persas en el 332. Allí, es recibido por los egipcios como un libertador y de hecho, asumirá el papel de faraón. Dentro de su política de tolerancia, fundó la ciudad de Alejandría en un estratégico punto de la desembocadura del Nilo. Desde allí parte hacia el territorio nuclear de los persas y en el 331 conquista Susa, la capital de los persas. En Susa, dentro de esa política conciliadora, veneró la tumba de Ciro el Grande y la figura del dios Marduk, presentándose como el nuevo rey de Oriente. Esta adopción de tradiciones orientales levantó no pocas suspicacias entre algunos de los seguidores de Alejandro y de hecho, su muerte en el 323 siempre estará rodeada de misterio, ya que algunos historiadores apuntan a un enfermedad y otros a un homicidio.
En los últimos años de su reinado continuará con la conquista de Asia Central llevando a sus tropas a las puertas de las montañas del Himalaya. Pero con su muerte, también acaba su imperio, pues todas sus conquistas se dividirán entre sus principales familiares y generales. Probablemente su figura haya sido sobrevalorada en Occidente, pero lo cierto es que fue una persona pragmática y aprovechó su oportunidad. Además fue siempre tolerante, tanto en la guerra como en la paz y, evidentemente, más allá de la propaganda, Alejandro cerró un ciclo. Tras su muerte, las dimensiones en las que se concebía el mundo iban a cambiar, su reinado supuso un breve momento en el que Occidente y Oriente estaban gobernados bajo el mismo dirigente.
Con el final de la hegemonía de Esparta, se inicia un breve periodo de dominio por parte de Tebas. Una hegemonía frágil porque además, en el 362 en Mantinea muere Epaminondas, uno de los principales artífices del éxito tebano. De este modo, a mitad del siglo IV tenemos a tres antiguas potencias en retroceso (Atenas, Esparta y Tebas) que coincide con el ascenso al trono de Macedonia de Filipo II (359 a.e.c.). Una Macedonia hasta entonces apartada de los conflictos en Grecia, pues ni los propios griegos los consideraban de los suyos y que además contaba con varios problemas. En primer lugar, su posición periférica respecto al mundo griego. En segundo lugar, la inestabilidad de los territorios vecinos, principalmente en el área de los Balcanes con la presencia de ilirios y tracios. Finalmente, otro de los grandes problemas que hasta ese momento tenía Macedonia era las propias luchas internas por la sucesión al trono. A pesar de todo, el ascenso de Filipo II al trono supone la inmersión del Reino de Macedonia en los conflictos de Grecia central, sometiendo a la mayoría de las ciudades-estado griegas en torno a la Liga de Corinto (338 a.e.c.). De este modo, lo que en principio era una paz sellada en torno a la creación de una coalición, se convirtió en la punta de lanza para la declaración de guerra al Imperio Persa.
Filipo II nunca llegaría a ver la derrota del Imperio Persa, ya que murió asesinado en el 336, año en el que hereda el trono Alejandro III, luego conocido como Mégas Aléxandros, Alejandro Magno, Alejandro el Grande. De hecho, su figura ha suscitado cientos de opiniones, biografías y relatos historiográficos hasta la actualidad, aunque cuando llegó al poder estaba todavía lejos de la imagen casi legendaria que se forjará tras su muerte. Alejandro, además de heredar el reino de Macedonia, supo aprovechar su posición de hegemón (concepto que proviene del griego y viene a significar dirección, jefatura, guía) de toda Grecia para volcar a estos a la guerra contra Persia.
La debilidad de Darío III y la rapidez de los ejércitos de Alejandro, harán de su campaña militar una operación fulminante. En el 333 sus tropas entran por la península de Anatolia y se dirigen por la costa del mar Mediterráneo hasta Egipto que arrebata a los persas en el 332. Allí, es recibido por los egipcios como un libertador y de hecho, asumirá el papel de faraón. Dentro de su política de tolerancia, fundó la ciudad de Alejandría en un estratégico punto de la desembocadura del Nilo. Desde allí parte hacia el territorio nuclear de los persas y en el 331 conquista Susa, la capital de los persas. En Susa, dentro de esa política conciliadora, veneró la tumba de Ciro el Grande y la figura del dios Marduk, presentándose como el nuevo rey de Oriente. Esta adopción de tradiciones orientales levantó no pocas suspicacias entre algunos de los seguidores de Alejandro y de hecho, su muerte en el 323 siempre estará rodeada de misterio, ya que algunos historiadores apuntan a un enfermedad y otros a un homicidio.
En los últimos años de su reinado continuará con la conquista de Asia Central llevando a sus tropas a las puertas de las montañas del Himalaya. Pero con su muerte, también acaba su imperio, pues todas sus conquistas se dividirán entre sus principales familiares y generales. Probablemente su figura haya sido sobrevalorada en Occidente, pero lo cierto es que fue una persona pragmática y aprovechó su oportunidad. Además fue siempre tolerante, tanto en la guerra como en la paz y, evidentemente, más allá de la propaganda, Alejandro cerró un ciclo. Tras su muerte, las dimensiones en las que se concebía el mundo iban a cambiar, su reinado supuso un breve momento en el que Occidente y Oriente estaban gobernados bajo el mismo dirigente.
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