Apuntes de arte: Dalí

Salvador Dalí nació en Figueres (1904) en el seno de una familia rica y de cierto nivel cultural. Esta situación favoreció al joven Salvador para iniciarse de manera autodidacta en el mundo de la pintura. En 1921 se desplazó a Madrid para completar su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero será expulsado en 1924 por su difícil carácter y falta de disciplina. Desde ese momento, Dalí se empezó a integrar en el ambiente cultural que rodeaba la Institución Libre de Enseñanza junto con otros grandes personajes de su tiempo como Federico García Lorca o Luis Buñuel. En estos años, Dalí desarrolla una fase presurrealista en la que ya se configuran las principales características que acompañaran la pintura de Dalí a lo largo de toda su obra; el uso del lenguaje oral-poético o incluso narrativo-cinematográfico, la elaboración de una pintura con excepcionales calidades plásticas y el uso de una luz limpia y transparente. Eterno inconformista y provocador, entre sus grandes influencias están Picasso, Braque, Giorgio De Chirico e incluso la pintura del Renacimiento y del Barroco. Un ejemplo de esta época es su cuadro Muchacha en la ventana, como una muestra de sus primeros trabajos de juventud por la corrección del dibujo, la composición y el color.



El punto fuerte de Dalí será el realismo, la solidez de las formas y su precisión del dibujo. En 1926 realizó su primera estancia en París, donde entra en contacto con el surrealismo. Allí, Dalí aprende de las obras de Picasso, Miró, Arp, Klee, Ernst, Duchamp o Man Ray. París en los años 20 era el auténtico centro de creación artística a nivel mundial, y de hecho, impresiono tanto a Dalí que decidió establecerse de manera más habitual en dicha ciudad desde 1928. Su carácter conflictivo y ambiguo se acaba trasladando a su arte, creando un método propio de creación, el «paranoico-crítico», donde recrea un mundo obsesivo y fantasmagórico, para acabar asociando esas imágenes de procedencia psíquica, onírica y subjetiva a sus pinturas. De esta época podríamos destacar dos obras; El gran masturbador (1929) y La persistencia de la memoria (1931). La primera de ellas es seguramente el inicio al surrealismo por parte de Dalí y representa una fusión del surrealismo con las teorías psicoanalíticas de Freud.



La segunda, es seguramente una de las obras más conocidas de Dalí. La persistencia de la memoria, al igual que El gran masturbador, representa un escenario onírico compuesto tanto de elementos reales como extraños. Un paisaje costero y rocoso, un figura amorfa tumbada en la playa, una mesa, un pequeño árbol seco, un reloj cubierto de hormigas, y otros tres relojes de formas extravagantes por su naturaleza blanda, así como una mosca posada sobre uno de ellos. La figura central, que parece exhausta o muerta con una enorme lengua fuera, es un autorretrato distorsionado, con los mismos rasgos que en la obra anterior. Básicamente es una evocación, en clave surrealista del devenir, la putrefacción y la muerte -los relojes, los insectos y el árbol-, pero también la idea de la permanencia -las rocas-. Por otro lado, en los mundos imaginarios de Dalí la contraposición entre lo duro y lo blando, más allá de las connotaciones sexuales que puedan encerrar, aluden a la relación entre el espacio y el tiempo; lo duro se identifica con el espacio y lo blando con el tiempo -de ahí que los relojes se derritan-. Seguramente, en esta manera de entender su pintura influyó la teoría de la relatividad de Einstein, por otra parte, una figura en la que Dalí siempre estuvo interesado. 



Tras su vuelta a España en 1945 su obra gira hacia una temática mística. Vuelve a abrazar la doctrina del catolicismo y acepta el franquismo como régimen político, siendo utilizado por el mismo para proyectar una imagen positiva hacia el exterior. Este hecho le supondrá la crítica de muchos exiliados por el franquismo. Su nueva vida en España la compaginó con pequeñas estancias en Estados Unidos que le sirvieron para exportar su nombre al resto del mundo occidental. Dentro de su periodo místico podemos destacar Las tentaciones de San Antonio (1946), el Cristo de San Juan de la Cruz (1951) o La última cena (1955) -estas dos últimas obras ya comentadas en este blog-. Respecto a Las tentaciones de San Antonio -como su propio título indica- nos cuenta el calvario que sufrió San Antonio Abad para hacer frente a las tentaciones que lo atacaban. En medio de un desierto, arrodillado y con un crucifijo como escudo, aparece San Antonio frente a un caballo y una serie de elefantes, que básicamente son las tentaciones personificadas; el triunfo -el caballo-, el sexo -la mujer sobre el primer elefante- y la riqueza -la pirámide y la casa de oro representada sobre los últimos elefantes-.


En sus últimos años hay un agotamiento de su vigor creativo, por lo que aparecen muchas formulas repetidas en las obras de este periodo. Su interés por la comercialización de su obra y la rentabilidad económica,  sumado a su propia personalidad extravagante, hizo de su figura toda una personalidad mediática. Vivió los años de la Transición y los inicios del régimen democrático en un segundo plano y murió en 1989 ya habiendo abandonado la pintura. Al igual que Picasso, es considerado uno de los grandes artístas del siglo XX.

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