Apuntes de historia: Imperialismo y expansión colonial hasta 1914
Si
hablamos de las raíces del imperialismo nos podemos retrotraer
prácticamente a los orígenes de las primeras civilizaciones
históricas. Los caudillos de los proto-Estados del Próximo Oriente
dirigían sus primitivos ejércitos sobre los territorios vecinos
para someterlos o al menos, extraer alguna clase de botín. Vemos,
por lo tanto, que había una importante motivación económica para
conquistar otros pueblos. El problema está en que el concepto
imperialismo, desde un punto de vista histórico, se suele asociar a
un contexto muy determinado, por lo que puede resultar difícil calificar al Imperio Romano, por ejemplo, de Estado imperialista. El
carácter económico siempre ha existido, tanto en el Imperio medio
asirio así como en las primeras colonias americanas de la monarquía
hispánica. Pero, en el siglo XIX aparecen dos factores que
tradicionalmente han definido el imperialismo contemporáneo. Un
primer factor fue el desarrollo de la sociedad capitalista de la mano
de la revolución industrial y, el otro, el sentimiento nacionalista,
o lo que es lo mismo, el nacimiento de las naciones.
No
fue casual que el siglo XIX se viviera una explosión de lo que
muchos historiadores han denominado como imperialismo colonial.
Las economías nacionales crecían gracias al desarrollo industrial,
pero este desarrollo exigía una gran cantidad de materias primas y
sobre todo, nuevos mercados en los que expandirse. Además, la
independencia de los Estados Unidos y de buena parte de las colonias
españolas en América, había reducido el campo de expansión al
otro lado del Atlántico. De tal manera que ninguna potencia europea
estaba dispuesta a desafiar la autoridad de los Estados Unidos y su
política imperialista sobre el resto del continente americano
(Doctrina Monroe). Al mismo tiempo, los grandes imperios coloniales
de la modernidad, España y Portugal, se encontraban en sus horas más
bajas, y sus redes comerciales estaban prácticamente destruidas. Por
lo que las grandes potencias industriales, Reino Unido, Francia o
Alemania entre otras, comenzaron a dirigir su mirada sobre los
territorios de Asia, África y Oceanía. De este modo comenzó una
tensa situación entre las grandes potencias por el dominio de los
mejores territorios. El Imperio colonial británico llegó a
extenderse por África prácticamente de Norte a Sur, afianzó sus
posiciones en la India, Pakistán y Birmania, con importantes zonas
de inmigración en Canadá, Australia y Nueva Zelanda, siempre con
una mayor vinculación con la metrópolis por tener una mayoría de
población blanca. De la misma manera, Francia se extendió por el
Norte de África, con un fallido intento de aumentar su influencia en
el Este tras el incidente de Fachoda (1898).
En
este sentido, otras naciones como Alemania, una vez lograda la unidad
nacional, comenzaron a mirar más allá de sus fronteras con la
voluntad de construir un imperio colonial. Pero, el propio Bismarck
era consciente que partía con una desventaja importante frente a
Reino Unido o Francia, por lo que promovió la celebración de una
reunión internacional donde por medio de la diplomacia repartir el
territorio del continente africano. En el Conferencia de Berlín,
celebrada en 1885, se estableció además la libertad de navegación
y comercio en el continente y en donde Alemania obtuvo algunos
dominios como Camerún, Namibia o Tanzania. A pesar de todo, la
celebración de la conferencia no evitó la generación de tensión
internacional y sobre todo, de conflictos localizados. Y no era ya
solo una cuestión de beneficio económico, sino también de orgullo
nacional. El discurso nacionalista impregnaba a todos los Estados
contribuyendo en buena medida a la promoción de empresas coloniales
e imperiales. Resumiendo, ya fuera por el desarrollo del capitalismo,
el orgullo nacionalista, la geoestrategia o por razones puramente
demográficas, la creciente tensión internacional que siguió a las
políticas imperialistas acabaron definiendo un periodo de tenso
equilibrio que acabó desmoronándose con el estallido de la Gran
Guerra en 1914. De hecho, durante las últimas décadas del siglo XIX
la política internacional estuvo dominada por la red diplomática o
más bien, por los sistemas de alianzas que desde Alemania construyó
Bismarck para proteger la posición de su recién creado Imperio
colonial. Pero este no era único objetivo de la Weltpolitik,
evitar una revancha francesa por el agravio de Alsacia y Lorena, hizo
del aislamiento de Francia otro importante objetivo. Entre 1873 y
1878 mantuvo el conocido Pacto de los Tres Emperadores, con Rusia y
Austria-Hungría, con el principal objetivo de mantener el status quo
por las divergencias entre ambos países por la situación de los
Balcanes. El segundo sistema que se planteó desde 1879 y 1890 para
aislar a Francia por medio de una alianza entre Italia, Austria y
Alemania (la Triple Alianza).
Estos
sistemas de pactos o alianzas eran bastante frágiles, como se acabó
demostrando poco después, ya que los intereses estratégicos de
estas diferentes naciones eran muy distintos. Y de hecho, en la
propia década de los 80, Austria y Rusia se desvincularon del Pacto
de los Emperadores tras el aumento de la conflictividad en los
Balcanes. Cuando el propio Bismarck dejó su puesto de canciller, toda
la red diplomática que había construido ya no tenía sentido. A
partir de este momento, la crisis de la diplomacia dio paso a un
aumento de los presupuestos armamentísticos en la mayoría de los
países. Además, la red diplomática creada por Bismarck fue
sustituida por una política de bloques militares, por un lado entre
Francia y Rusia para protegerse del Imperio alemán (1893) que se
conoció como Triple Entente y a la que más tarde se adhirió Reino
Unido. Con un bloque opuesto estaba compuesto por Alemania, Austria e
Italia, aunque estos dos últimos con serias diferencias tanto por su
posición ante la situación de los Balcanes como por la propia
definición de sus fronteras. El inicio de esta Paz Armada tuvo su
primera gran crisis en el establecimiento del protectorado francés
en Marruecos en 1904 tras una acuerdo entre Reino Unido y Francia.
Alemania que vio dañados sus intereses, ofreció al sultán de
Marruecos la independencia a cambio de una posición preferente en la
región. Para evitar el conflicto armado, se celebró en 1906 la
Conferencia de Algeciras donde se decidió que Francia debía seguir
manteniendo la preferencia comercial. Casi seis años más tarde, de
nuevo en Marruecos, la presencia de un acorazado alemán en las cercanías del puerto de Agadir se tuvo que resolver con la concesión
de Camerún al Imperio alemán.
Esto
nos lleva a hablar de los distintos sistemas de colonias o de
las distintas formas que tuvieron las metrópolis de relacionarse con
sus territorios dependientes. En primer lugar, la colonia
propiamente dicha, como una región bajo el control directo de la
metrópoli. Esto solía conllevar la ocupación militar y la
explotación-administración directa de todos los recursos. Aunque se
suelen distinguir entre aquellas que únicamente estaban destinadas a
la explotación económica y otras que también recibían
poblamiento. Este modelo fue muy característico en la mayoría del
territorio africano. Otro modelo colonial era el protectorado,
que básicamente funcionaba como un pacto entre el poder político de
la metrópoli y el poder político local. La metrópoli garantiza la
protección de dicho territorio a cambio de derechos preferentes en la
explotación de las materias primas y en el acceso al mercado
interior, como se dio en Egipto o en Marruecos. De este modo,
conviven dos administraciones, una local y otra colonial, aunque el
autogobierno era mínimo al tratarse de una imposición. Por otro
lado, la concesión era un modelo de ocupación colonial con
una presencia muy limitada, tratándose unicamente de explotación
económica de determinadas cuestiones, como por ejemplo las factorías
comerciales que se establecieron en China. Otra modalidad colonial
fue el dominio, que contaba con la característica especial ya
que eran territorios con una mayoritaria presencia de población
europea. De tal modo, se garantizaba por parte de la metrópoli un
extenso autogobierno con un parlamento, gobernador y múltiples
competencias. Este modelo fue muy utilizado por el Reino Unido en sus
territorios focos de inmigración como Canadá, Australia o Nueva
Zelanda (Commonwealth). Finalmente, hay que citar que algunos
territorios coloniales acabaron por convertirse en parte del
territorio nacional. Esto es lo que se ha denominado como territorios
metropolitanos y han llegado incluso hasta nuestros días. En
Francia, por ejemplo, son los denominados como territorios de
ultramar, la Guayana Francesa o Reunión.
Esta
situación de tensión provocada por la práctica de una política
imperialista por parte de las grandes potencias industriales no sólo provocó la división de África, sino que generó otros espacios de
conflicto. De hecho, la crisis y progresiva descomposición del
Imperio Otomano en el territorio balcánico acabó por
localizar los principales conflictos que anticiparon la Gran Guerra.
Primero en 1908 con la ocupación de Bosnia por parte del Imperio
austro-húngaro, y segundo con las llamadas Guerras balcánicas donde
en un primer momento la Liga Balcánica formada por Serbia, Bulgaria
y Grecia se sublevó frente a la presencia otomana. El reparto del
«botín» turco generó un nuevo
conflicto en la región, en este caso entre una alianza conformada
por Grecia, Rumanía y Serbia contra Bulgaria, que salió derrotada.
La política de no participación en los Balcanes por parte de las
grandes potencias se hizo insostenible cuando el 28 de junio de 1914
murió asesinado en Sarajevo el heredero al trono imperial austriaco,
Francisco Fernando. Para Austria el atentado significó la
declaración de guerra a Serbia y, a partir de ese momento,
comenzaron a saltar los pactos y sistemas de alianzas que
configuraron los distintos bandos de la Gran Guerra.
Comentarios
Publicar un comentario