Julián Casanova, La historia social y los historiadores, 1992 (Parte 2)
El libro transmite perfectamente los inicios confusos de la historia social, por un lado sus distintos focos de origen como los Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, y por otro lado la ausencia de una teoría clara y su gran variedad de estudio que complica su definición, problema que por otro lado, acompañará siempre el recorrido de la historia social. Pero, en general –y sobretodo desde la corriente más influyente de la historia social de la escuela de Annales en Francia– la historia social se va a definir gracias a la lucha contra la triada historicista de una historia política, narrativa y episódica. Frente a ello, la historia social va a plantear una historia de las sociedades, con estructuras económicas y sociales, con un análisis profundo en dialogo con otras ciencias sociales. La evolución inicial de la historia social parte en varias vertientes, en primer lugar con la historia de las clases bajas, que más tarde evoluciona hacia la historia de los movimientos sociales en clara conexión con los movimientos obreros y el socialismo. En segundo lugar, los numerosos trabajos sobres distintas actividades y por último en una historia social en relación directa con el factor económico por la influencia marxista. Pero, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, no va a existir especialización académica.
Será a mediados de siglo XX, cuando dos guerras mundiales y una revolución destruya el monopolio político de las élites tradicionales y la historia social llegue al momento culminante, con una ampliación de las bases sociales de las universidades, que fortalecen todavía más a la historia social. Es en este apartado del libro, donde el autor, transmite que todas esas innovaciones en la historiografía, son el espejo de los cambios fundamentales en las estructuras políticas, sociales y económicas. Reflejo de ello es por ejemplo, la evolución de la escuela de Annales, narrada en el libro.
Marc Bloch y Lucien Febrve fundan la revista Annales d'historie economique et sociale en 1929. Desde ese momento, Annales crea un punto de inflexión frente a lo existente, con la introducción de los análisis sociales y económicos. Francia es un lugar precoz, en lo que a la producción de historia social se refiere –aunque no se consolido a niveles académicos hasta después de la Segunda Guerra Mundial–. En otros lugares, el peso de las costumbres, atraso el desarrollo de una historiografía social. En Alemania hasta el fracaso de la experiencia fascista, no hay una ruptura de los análisis históricos establecidos – según la explicación de Jürgen Kocka – y en Gran Bretaña pese a un lento desarrollo, surge una de las corrientes más influyentes dentro de la historia social, la escuela marxista británica, donde es George Rudé uno de sus mejores representantes como gran estudioso del comportamiento de la multitud. Mientras tanto, en Estados Unidos, destaca la diferencia con Europa en cuanto al peso de la tradición historiográfica y un contexto político completamente favorable a la realización de una historia que no estuviera relacionada con los viejos círculos de poder, de tal modo que la New History –donde destacan J.H. Robinson o F.J. Turner– no tendrá esa férrea oposición como había en Europa.
De este modo, el libro nos lleva al final del recorrido, siendo en este parte donde el autor se expresa de manera más crítica frente a la historiografía social. Situado entorno a los años 80, el denominado periodo de crisis de la historia social, arrastra por un lado, los problemas definitorios y la ausencia de una teoría general en el momento de su formación como corriente historiográfica. Y por otro lado, la gran apertura temática a la que se había visto sometida en los últimos años y las nuevas tendencias revisionistas –desde el regreso a la narrativa, la introducción de factores político y militares, e incluso una tendencia a la separación de la sociología y el resto de ciencias sociales–. Aquí, Julián Casanova, nos presenta su opinión acerca de este debate y su vía de salida de ese oscuro túnel donde se ha adentrado la historia social. Ni la historia social más radical que ignora cualquier tipo de factor político o militar, ni ese viejo historicismo que no tenía en cuenta las clases sociales. El autor aboga por el estudio en ese cruce de caminos entre una historia social crítica y la buena sociología histórica, que desde su punto de vista, tan buenos trabajos han originado como por ejemplo, Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia de Barrington Moore.
El camino finaliza aquí, un recorrido marcado por una gran complejidad dentro de la evolución de la historia social, que el libro, gracias a su conexión con el contexto en donde se desarrolla, ayuda a comprender las distintas vías que se toman en la historiografía. Una historia que surge como una reacción, se fortalece como una alternativa y que acaba desmenuzándose en multitud de caminos. El acertado empeño del autor de mantenernos en contacto con ese contexto, es todo un acierto que puede resumirse en la frase de «que cada cual es hijo de su tiempo». Y es que, este libro te enseña como la historia social rompe con el mito de la objetividad del historiador «historicista» y otorga una autoridad analítica y comparativa al historiador, dependiendo del momento cronológico en el que escribe la historia.
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