Apuntes de historia: el paradigma antifascista italiano (II)

RUPTURA Y USOS DEL ANTIFASCISMO ITALIANO 

Esta claro que los orígenes de las controversias historiográficas y políticas parten de los acontecimientos recién expuestos, pero las guerras de la memoria, en palabras de Filippo Focardi, y el uso público del pasado como herramienta de legitimación no sólo van a estar presentes en los orígenes de la República bajo la hegemonía del paradigma antifascista, sino que van a acompañar al desarrollo del régimen republicano hasta nuestros días. La rápida implantación de la dinámica de la Guerra Fría va a fragmentar al antifascismo por medio de un nuevo elemento legitimador, el anticomunismo. De este modo, las coaliciones gubernamentales en torno a la Democrazia Cristiana desde 1947 van a marginar del gobierno al Partito Comunista Italiano. Algo que en el plano del discurso político se va a ver reflejado en el origen de dos visiones muy distintas del paradigma antifascista y de la propia democracia (8). Así, se van a generar dos discursos políticos enfrentados por una ideología completamente distinta pero que van a mantener un punto en común, los orígenes antifascistas como fuente de legitimación. Por un lado apareció una concepción del régimen republicano entendido como una democracia puramente antifascista. Una democracia nacida de la lucha durante la Liberación, que se reafirmó con el exilio de la monarquía tras el referéndum de 1946 y que se consolidó con la promulgación de la Constitución en 1948. Un proceso donde siempre habían estado presentes, junto a moderados y católicos antifascistas, las fuerzas de izquierdas, tanto socialistas como comunistas. Evidentemente, este discurso será reconocido por aquellas tendencias que estaban en contra de la exclusión de las izquierdas de los gobiernos de coalición desde 1947. Pero, por otro lado, este clima de conflictividad política también generó un discurso totalmente opuesto. Una narración que argumentaba una «democracia protegida». Es decir, una democracia fundada bajo el sentimiento antitotalitario y que justificaba la exclusión de las izquierdas del gobierno, y más concretamente, del Partito Comunista que la opinión pública moderada vinculaba al régimen de Stalin. Esta deriva favoreció la rehabilitación de antiguos fascistas, y la definitiva visión anticomunista del discurso político. 



Pero los años sesenta, suponen la recuperación del antifascismo como ese instrumento ideológico y legitimador, fundamento esencial de la Constitución republicana. Esa rehabilitación no es casual, responde a los cambios en el contexto internacional; la muerte de Stalin, el armisticio en Corea, son las primeras señales de la posibilidad de una coexistencia pacífica dentro de ese sistema bipolar que marcó la Guerrra Fría. Esto, evidentemente, tuvo sus consecuencias en suelo italiano, la combinación de antifascismo-anticomunismo y de miedo-memoria fueron disminuyendo a cambio de un pequeño giro a la izquierda de la política italiana con la inclusión de socialistas en los gobiernos de coalición. Un ejemplo de ello, es la reafirmación del antifascismo ante sucesos como el congreso celebrado por el Movimento Soziale Italiano (MSI) en el verano de 1960 en la ciudad de Génova, ciudad símbolo de la Resistenza (9). El MSI era al mismo tiempo, un ejemplo de la amnistía de la posguerra sobre los fascistas, ya que fue el partido fundado en torno a figuras como Giorgio Almirante, Arturo Michelini o Pino Romualdi, antiguos burócratas fascistas. De este modo, toda la gente que estaba algo relacionanda con el mundo de la política neofascista, conocía que las siglas del MSI hacía referencia a Mussolini Sempre Inmortale (10). 



Son estas y otras situaciones paradójicas las que harán estallar la estabilidad de las instituciones republicanas a finales de los años setenta. Los años del compromesso storico (1976-1979) marcan el apogeo y la decadencia del paradigma antifascista como instrumento legitimador de los partidos de la coalición gubernamental, incluido el Partito Comunista. Antonio Baldassarre explicó el agotamiento del antifascismo como discurso, ya que al mismo tiempo era reivindicado por el terrorismo «rojo» (11), controvertido movimiento, representado entre otros grupos por las Brigate Rosse, y que estuvieron involucrados en el secuestro y asesinato de Aldo Moro, el que fuera secretario de la Democrazia Cristiana y uno de los principales valedores del acercamiento al Partito Comunista. Lo interesante de la crítica, como señala el historiador Sergio Luzzatto, es que Baldassarre la publicó en 1986 en Problemi del socialismo, una revista de consolidada tradición de izquierda. Todo esto, antes de convertirse en juez del Tribunal Constitucional italiano e iniciar su deriva política a posiciones mucho más conservadoras (12).

EL USO PÚBLICO DE LA HISTORIA EN ITALIA 

El ejemplo de Antonio Baldassarre es sólo un eslabón más de toda una serie de intelectuales con unos orígenes vinculados al antifascismo y que paradójicamente, inician una dura revisión del paradigma antifascista en los años ochenta al compás de la crisis institucional y política de la República italiana. Entre ellos destaca el propio Renzo De Felice, antiguo miembro del Partito Comunista (13) y famoso por la elaboración de la biografía faraónica de Mussolini. En 1975 saltó a la palestra historiográfica y política con su Intervista sul fascismo, un libro-entrevista con el historiador estadounidense Michael A. Ledeen con gran difusión en el ámbito social y político gracias a los medios de comunicación (14). La obra fue rápidamente contestada por historiadores de izquierda, como por ejemplo Nicola Tranfaglia (15), que veía en las tesis defelicianas una postura sobre el fascismo muy dulcificada, capaz de confundir a las nuevas generaciones que no habían vivido el fascismo. Lo cierto es que el debate en torno a la figura de Renzo De Felice ilustra el problema de los usos públicos de la historia para el caso italiano. Para unos, es el padre del revisionismo italiano, el mismo que inicia la reelectura apologética del régimen de Mussolini, una revisión histórica como soporte intelectual de un proyecto político concreto. Un ejemplo es su libro Rosso e nero (1995) que coincidió con el advenimiento del primer gobierno de Silvio Berlusconi (16). Sin embargo, para otros autores, es el introductor de nuevos planteamientos historiográficos que liberaron a la investigación sobre el fascismo del lastre que suponía el paradigma antifascista como «ideología de Estado» (17). Todo ello, en varios planos de discusión, no solo el historiográfico, sino el político y el social, con una dimensión propia en los medios de comunicación. 



De este modo, los años ochenta van a suponer la aparición del «uso público de la historia» como una verdadera disciplina dentro de la profesión de historiador. La recepción y crítica del concepto de Habermas va a girar en torno a las reflexiones del historiador Nicola Gallerano, que ve como la interpretación del pasado ha dejado de ser el monopolio de los historiadores. Por ello, la teorización a cerca del concepto «uso publico de la historia», que debe ser una herramienta para que los historiadores puedan prestar atención a procesos como los debates públicos en relación a la memoria –el mito de la Resistenza, la legitimidad del Partito Comunista, el problema de la identidad nacional–. Por lo tanto, a diferencia de Jürgen Habermas, Gallerano no ve una oposición entre la labor científica y los usos públicos de la historia. Ya que los usos públicos de la historia no se reducen a los medios de comunicación, los cuales muchas ocasiones motivan la discusión pública como un mero bien de consumo. Sino que se reflejan en la literatura, la educación pública, los museos, monumentos, instituciones o en las conmemoraciones. Abriendo ricos y nuevos horizontes para la investigación histórica (18). Así, Gallerano, se enfrentó a la disyuntiva que dio paso al caduco paradigma antifascista. Por un lado, los procesos revisionistas, continuamente presentes en los debates públicos gracias a la difusión de los medios de comunicación. Y por otro lado, la necesidad de nuevos planteamientos historiográficos que acabaran con la simplificada visión del paradigma antifascista. 



En este sentido, hay que tener en cuenta la buena acogida que tuvieron las tesis de François Furet o Ernst Nolte sobre los historiadores conservadores italianos. De hecho, el libro de Furet Le passe de'une illusion (1995), fue traducido de manera instantánea en una de las operaciones editoriales más significativas de la historia de Italia (19), sirviendo como crítica a aquellos intelectuales que habían colocado al comunismo en la misma trayectoria que la democracia y no aceptar su analogía con el nazismo. Y es que, la legitimación del Partito Comunista Italiano tenía una fuerte raíz intelectual, por lo que no es casual que el revisionismo actuase en este terreno. En cuanto a la tesis de Nolte, tuvo también un impacto significativo en la historiografía italiana, puesto que el concepto «guerra civil europea», tal y como lo entendía Nolte, situaba al comunismo como el origen del mal, y el nazismo se limitó a copiar su modelo de exterminio. La condena al totalitarismo entonces se traduce en un juicio contra la violencia revolucionaria desde 1917 (20). No es de extrañar por lo tanto, que muchos neofascistas moderados reconocieran la tesis de Nolte para el caso italiano.

BIBLIOGRAFÍA

8. Luca Polese Remaggi, «El final de paradigma antifascista en la Italia republicana», en Alcores: revista de historia contemporánea, nº. 11, 2011, pp. 150-152.
9. Luca Polese Remaggi, «El final de paradigma antifascista..., op. cit., p. 154.
10. R. J. B. Bosworth, «El fanstasma de Benito Mussolini (1945-2001)», en Mussolini, Barcelona, Península, 1993, pp. 445-463. 
11. Nicola Gallerano, «Memoria Pubblica del fascismo e dell'antifascismo», en La verità della storia. Scritti sull'uso pubblico del passato, Roma, ManifestoLibri, 1999, p. 90. 
12. Sergio Luzzatto, La crisi dell'antifascismo, Torino, Einaudi, 2004, p. 13. 
13. Pasquale Chessa, «De Felice di destra? No, marxista e antifascista», en L'Unità, 24-11-2005, [en línea, consultado 16-06-2013], <http://cerca.unita.it/ARCHIVE/xml/180000/175532.xmlkey=Pasquale+Chessa&first=1&orderby=1&f=fir>
14. Michael A. Ledeen,«Renzo de Felice and the Controversy over Italian Fascism», en Journal of Contemporary History, 11, 1976, p. 269. 
15. Nicola Tranfaglia, «La pugnalata dello storico», en Il Giorno, 6-7-1975. 
16. Enzo Traverso, El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política, Madrid, Marcial Pons, 2007, pp. 97-100. 
17. Emilio Gentile, «Fascism in Italian Historiography: In Search of an Individual Historical Identity», en Journal of Contemporary History, 21, 1986, p. 180.
18. Nicola Gallerano, «Storia e uso pubblico della storia», en La verità della storia. Scritti sull'uso pubblico del passato. Roma: Manifestolibri, 1999, pp. 37-57.
19. Luca Polese Remaggi, «El final de paradigma antifascista..., op. cit., pp. 157-158.
20. Enzo Traverso, A sangre y fuego. De la guerra…, op. cit., p. 17.

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