Apuntes de historia: Las Guerras Médicas, el primer enfrentamiento Occidente-Oriente
Las Guerras Médicas supusieron para la historia el inicio de una relación de amor y odio entre Oriente y Occidente, una relación que prácticamente se ha prolongado hasta nuestros días, aunque con distintos protagonistas. Las fuentes fundamentales para aproximarnos a este periodo son en su mayoría coetáneos de los acontecimientos, pero deben ser estudiados de manera crítica pues la mayoría provienen exclusivamente de uno de los bandos del conflicto, como por ejemplo Heródoto, Diodoro de Sicilia, Estrabón, Plutarco o Pausanias.
Desde mediados del siglo VI antes de la Era, la presencia de los persas en la zona de Asia Menor era cada vez mayor. De hecho, el reinado de Ciro II el Grande (c. 600/575-530 a.E.) se caracterizó por un periodo de conquistas, por un periodo de expansión no solo sobre Asia Menor (Lidia) sino también sobre Babilonia o Media, formando un imperio que se extendía desde el mar Mediterráneo hasta la cordillera del Hindú Kush. La mayoría de las fuentes hablan de Ciro II como un rey justo, piadoso y, a pesar de ser un monarca autoritario, respetuoso sobre las culturas conquistadas. Su sucesor, Darío I (c. 558-486 a.E.), un monarca con gran aptitud militar, decidió iniciar una política de presión sobre las ciudades-estado griegas que recorrían la costa de Asia Menor. Además, las conquistas de Tracia y Macedonia por parte de los persas no hicieron otra cosa más que añadir más tensión a una situación insostenible. La tensión finalmente rompió la cuerda y en el año 499 a.E., bajo el liderazgo de Aristágoras de Mileto, una serie de ciudades jonias se levantan contra la presencia persa. Piden ayuda a otras polis, pero solo responden a su llamamiento Atenas y Eretria con el envío de una pequeña flota. Atacaron Sardes como capital de la satrapía de Lidia y consiguen recuperar el control de Bizancio, pero la respuesta persa no tardó en llegar y en el año 494 en la batalla naval de Lade, las fuerzas de Dario I aplastan al combinado jonio.
Tras ello, bajo el mando del general Datis, un ejército persa se dirige a castigar a aquellos que habían apoyado la revuelta al otro lado del Egeo, principalmente Eretria y Atenas. La primera sale muy mal parada, como primer objetivo del ejercito persa, la ciudad es literalmente arrasada, para después, como forma de castigo ejemplar, deportar a toda la población superviviente al otro extremo del Imperio Persa. La expedición continúa y la siguiente parada es Atenas. En septiembre del 490 a.E. la flota persa desembarca en Maratón, Atenas pide ayuda a Esparta como potencia militar terrestre, pero estos niegan la ayuda y prefieren mirar hacia otro lado. En Atenas hay dos posiciones respecto a la guerra; por un lado está Temístocles -arconte en el 493- que propone la fortificación de Atenas y la construcción de una flota de carácter ofensivo. Por otro lado Milcíades -strategos en el 491- que apuesta únicamente por una posición estrictamente defensiva realizando únicamente una fortificación de la ciudad. Finalmente, la balanza se decanta por una posición más ofensiva y será un relativo éxito, pues con el desembarco de las tropas persas en Maratón, los atenienses deciden ir en su búsqueda en lugar de esperarlos en la polis. Allí, en Maratón, los atenienses logran repeler al ejército persa que se ve obligado a regresar a posiciones más seguras en Asia Menor.
Lo que para Persia fue una pequeña escaramuza, en Atenas se magnificó como una gran victoria fruto del orgullo surgido en su comunidad. La primera derrota persa en el territorio de los griegos benefició a Atenas dentro de la opinión general del resto de los griegos. En cambio, Esparta, que había obviado las peticiones de ayuda, sufre un duro golpe moral y la propia Gerusía se ve obligada a destituir a Cleómenes del cargo y nombrar como rey a Leónidas I, suponiendo este uno de los pocos intentos renovadores de la anclada Esparta. Por otra parte, Darío tenía otros muchos problemas en su basto imperio, a esta revuelta de los griegos, había que sumar una serie de rebeliones en Egipto y Mesopotamia que hacen que el tema de Grecia pase a un plano secundario para los intereses persas. En el 486 muere Darío y le sucede en el poder su hijo Jerjes I (518–465 a.E.), que se ocupa de acabar con las rebeliones de Egipto y Mesopotamia para centrar de nuevo su mirada sobre las tierras de los griegos con una expedición terrestre y marítima por la costa del mar Egeo.
Esta vez sí, los griegos se unen para luchar contra los ejércitos persas que ya habían tomado Macedonia y Tesalia. En el llamado congreso de Corinto, Atenas, Esparta y otras 20 ciudades-estado griegas deciden ponerse en común para luchar contra los persas. Este pacto militar establece la primera línea de defensa en la Grecia central. Las tropas espartanas se sitúan en el paso de las Termópilas y la flota ateniense les ofrece cobertura marítima desde el cabo de Artemisio. El choque de ambos ejércitos se produce en el 480 a.E. con una tremenda derrota para los griegos. Los espartanos son aniquilados en la Termópilas, donde incluso su rey, Leónidas, muere en los combates. Al mismo tiempo, la flota ateniense es rechazada por los barcos persas y se ve obligada a retirarse. Los griegos establecen una nueva línea defensiva en el istmo de Corinto, abandonando a la Grecia central a su suerte. Atenas se abandona y la ciudad es arrasada por los persas. Sea como fuere, cuando la victoria persa parecía avecinarse, Jerjes decide abandonar Grecia, dejando al mando de su ejército a Mardonio. En una zona de poca maniobrabilidad la flota ateniense logra asestar un duro golpe a las embarcaciones persas -Batalla de Salamina, 479-, obligando a estos a desembarcar. Tras tres semanas de luchas en Platea, la única forma que tuvieron los griegos de acabar con la batalla fue asesinando al general de los ejércitos persas, Mardonio, sabiendo que los ejércitos orientales suelen retirarse una vez ha caído su comandante. Los siguientes pasos ofensivos por parte de los griegos fueron dirigidos a recuperar Grecia central. Una vez llegan a Tebas, el ejército de Atenas, Egina, Megara y Esparta arrasa la ciudad por haber apoyado a los persas y aquí surge la primera división entre los aliados, pues algunos apostaban por continuar las conquistas sobre el Egeo, principalmente Atenas, y otros por una postura más defensiva, sobre todo Esparta. Finalmente, a cambio de que Esparta tenga el mando de las operaciones, se continuó con la liberación del resto de polis griegas del Egeo con una gran victoria en la Batalla de Micala en el 479.
La derrota persa fue clara y principalmente estuvo motivada por el estallido de nuevas revueltas en Babilonia, que obligaron a Jerjes a destinar tropas allí. También, a la falta de preparación sobre el terreno griego, un territorio de difícil acceso y que siempre da ventaja a los defensores. Y del mismo modo, por las propias diferencias conceptuales de los ejércitos griegos y el ejército persa, uno, homogéneo compuesto únicamente por ciudadanos y el otro compuesto por multitud de culturas, sin un objetivo común claro, siendo en su mayoría de carácter mercenario. Las consecuencias de la retirada no fueron muy importantes para Persia, puesto que las polis griegas no significaban mucho más que cualquier otro punto de su basto imperio que se extendía hasta el río Indo. Y si bien, el enfrentamiento significó una brecha en las relaciones Oriente y Occidente, fue más importante el carácter internacional que van a tener los conflictos bélicos a partir de ese momento. Para Atenas, la guerra supone el inicio de su imperio con la creación de la Liga de Delos, que nace como una alianza para defenderse mutuamente de los ataques persas, pero que se acabará convirtiendo en una herramienta de Atenas para dominar al resto del ámbito jonio. Y aquí, es donde Esparta y Atenas, por sus diferencias en cuanto a política exterior se refiere, comenzarán una escalada de tensión hasta el desencadenamiento de la famosa guerra del Peloponeso.
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