Apuntes de arte: El arte gótico (I)

Los cambios económicos, sociales y culturares iniciados en los siglos XI y XII en Europa llegaron a su máximo apogeo en el siglo XIII. La reanudación del comercio internacional provocó un auténtico renacimiento en la vida urbana, provocado principalmente desde dos focos; por un lado el Mediterráneo con ciudades especializadas en el comercio como Génova o Venecia, pero también con manufacturas en el sector de la metalurgia, en el caso de Milán, o en el textil como Florencia. Por otro lado, en la vertiente atlántica, dos grandes ciudades comenzaban a destacar sobre el resto, Londres y París, además de toda una serie de ciudades en los Países Bajos y en el Báltico que despuntaban en el comercio marítimo. De este modo, una nueva estructura social hacía su aparición, la burguesía urbana, en contraposición con el mundo rural del románico. Poco a poco, los monasterios eran desplazados por las universidades como nuevos centros de cultura y, de la misma manera, que las nuevas órdenes mendicantes se adaptaban al ritmo de vida de las ciudades, este es el caso de los franciscanos y los dominicos. Así, el arte gótico fue una manifestación de esta nueva cultura de las ciudades y que se adaptó a las necesidades de la vida urbana, ya sea desde un punto de vista espiritual con la construcción de nuevas catedrales, bien desde un punto de vista político con la planificación de edificios públicos -por ejemplo ayuntamientos- o también como adaptación a las propias necesidades económicas con la edificación de lonjas como caso ejemplar. El proceso de decadencia que siguió al siglo XIV, provocado por múltiples factores -guerras, malas cosechas, epidemias-, llevaría a la sociedad europea a un nuevo giro cultural conocido como Renacimiento o Humanismo, pero esto es ya otro tema.


Como hemos dicho, el arte gótico es un arte eminentemente urbano y de hecho, creó una nueva concepción del espacio de la ciudad como lugar de encuentro, como punto central de las relaciones políticas y económicas. Las ciudades, además, cada vez están más pobladas y requieren de mejores infraestructuras, de nuevos edificios civiles y de templos de mayor tamaño. A pesar de todo esto, la planificación de las ciudades era irregular, como en el periodo románico. El gótico representa una nueva espiritualidad, mucho más humana y realista que en el periodo anterior, aunque se deben diferenciar varias fases. Una primera etapa, desde finales del siglo XII hasta el siglo XIII, característica por la elevación de numerosas catedrales gracias a la estabilidad económica y social, y por los cambios estilísticos propios del gótico. Una segundo periodo que se desarrolla a lo largo del siglo XIV, en el cual se paralizaron la mayoría de las grandes construcciones por la crisis de la Baja Edad Media. Y, finalmente, una tercera época que se puede alargar hasta finales del siglo XV e incluso principios del XVI en algunos lugares de Europa y que se caracterizó por una decoración mucho más exuberante y recargada, así como por sus conexiones con el Renacimiento que ya florecía en Italia en aquellos momentos. Algunos autores hablan incluso de una cuarta etapa que trataría de englobar las pervivencias que tuvo el gótico en siglos posteriores, sobre todo con el desarrollo de la arquitectura neogótica en el siglo XIX.

La arquitectura gótica nace en la Francia del siglo XII en un contexto en el que la orden del Císter propugna la desaparición de la riqueza ornamental frente al lujo decorativo que estaba adoptando el románico. Además, los importantes avances en ingeniería constructiva, posibilitaron la creación de un nuevo lenguaje arquitectónico definido por la sencillez de plantas, las bóvedas de crucería y los arcos apuntados. La arquitectura fue la síntesis de todo un nuevo concepto del espacio mucho más luminoso y elevado. Por ello, pese a que el arquitecto gótico parte de la estructura románica de catedral, los cambios serán muy notables. Catedrales de tres a cinco naves, siendo la central más ancha y elevada, se mantiene el ábside en la cabecera con la girola a la que se abren capillas poligonales. La fachada de entrada al templo está en el crucero y en los pies, suele estar dividida en tres zonas verticales -correspondientes a las tres naves- y tres horizontales -puerta, rosetón y remate-. La fachada de los pies suele estar flanqueada por dos torres altas. El arquitecto prescinde de los muros por las vidrieras, en clara oposición a la ventana románica, debido a ese nuevo concepto espacial de edificios más ligeros e iluminados. De ahí, el uso del arco ojival o apuntado, de presiones laterales menores que el semicircular, y la bóveda de crucería o de ojivas góticas, formada por los arcos y los espacios de la plementería. La bóveda descansa sobre altos pilares con columnas adosadas o baquetones, con lo que el capitel termina siendo una pequeña franja decorativa vegetal. En el exterior del edificio, la fuerza de la bóveda se contrarresta con un arco, el arbotante, que conduce el empuje lateral a un contrafuerte, colocado sobre un muro de la nave inmediata y que es coronado por el pintáculo. Gracias a ello, es más fácil abrir grandes ventanales decorados con vidrieras, así como bóvedas muy altas. El arbotante sirve además para trasladar el agua de la lluvia al exterior del edificio mediante las gárgolas, pequeñas figuras con formas humanas o animales. 


La catedral simbolizaba el poder de la ciudad y a pesar de que gran parte de la población contribuía en su construcción, era frecuente que su construcción tardara años o incluso siglos en terminar. En este sentido, muchas de ellas presentan las características propias de la evolución del gótico. Una primer fase en la arquitectura del gótico (siglo XIII) estaría definida por el uso de las bóvedas de crucería con cuatro nervios finos, arcos ojivales equiláteros, ventanas con dos arcos y rosetón circular, trifoliado o cuadrifoliado. En el siglo XIV, un segundo periodo está caracterizado porque las bóvedas de terceletes tienen más nervios, los arcos ojivales son isósceles y las ventanas tienen numerosos arcos con decoración de triángulos curvilineos trifoliados. La tercera etapa, durante el siglo XV, tiene un predominio de bóvedas estrelladas con decoración en el espacio de la plementería, arcos ojivales isósceles, conopiales o carpaneles. Este es el gótico final, también denominado gótico flamígero, con una excesiva decoración y abarrocado. 

En Francia, por ejemplo, los avances arquitectónicos más representativos se dan en la región de Île-de-France, considerada la cuna del arte gótico, con la construcción de la abadía de Saint-Denis -consagrada en 1144- y las catedrales de Nayon (1150), Laon y Notre Dame (1160). En el siglo XIII, aumentó el sentido de verticalidad dotando a las catedrales de mayor altura en su nave central. Un ejemplo de ello son las catedrales de Chartres, Reims, Amiens o Bourges. En los siglos XIV y XV apenas se levantaran nuevos edificios en la región francesa, asolada por las guerras, aunque sí se perfeccionan sus decoraciones -la escultura o los rosetones-. En Alemania el gótico del siglo XIII sigue las características del gótico francés, aunque acentúa la verticalidad con sus elevadas torres y pureza de líneas, como en las catedrales de Colonia, Estrasburgo o Friburgo. En los Países Bajos podemos señalar las catedrales de Amberes, Santa Gúdula en Bruselas o San Bavón en Gante, así como un importante desarrollo de la arquitectura civil a lo largo del siglo XV como las lonjas de comercio de Brujas o los ayuntamientos de Bruselas, Lovaina y Brujas. En Inglaterra el primer gótico es muy similar al francés, aunque hay una mayor horizontalidad como podemos apreciar en la catedral de Lincoln. El gótico decorativo inglés del siglo XIV multiplica los nervios y adornos en las bóvedas, siendo también característica la presencia de bóvedas de abanico como en el claustro de la catedral de Gloucester o la catedral de Well. El gótico perpendicular (finales del XIV y siglo XV) tiene unas extraordinarias molduras verticales que dotan de gran majestuosidad a los muros y ventanales. Propios de esta fase del gótico inglés son la capilla de San Jorgen en Windsor, la capilla del Colegio Real de Cambridge o la capilla de Enrique VII en Westminster. 


Italia tiene un gótico peculiar ya que hay un predominio de la horizontalidad frente a la verticalidad del resto del continente. Probablemente esto es debido a la utilización de placas de mármol policromado colocado en hileras alternas, a un casi nulo uso de arbotantes (excepto la catedral de Milán de inspiración francesa y alemana) y a la importancia que tienen las fachadas con gran colorido. Ejemplos de ello son la catedral de Siena del siglo XIII o la catedral de Orvieto del siglo XIV. También destaca dentro de la arquitectura civil italiana los palacios de las Signorias de Florencia y Siena o el Palacio de los Dux y la Cà d'Oro propias del gótico civil veneciano. En Portugal el gótico inicial se inicia con la construcción del monasterio de Alcabaça, aunque la obra más significativa del gótico portugués es el monasterio de Batalha. A finales del siglo XV se desarrolla el llamado estilo manuelino, caracterizado por tener una decoración fastuosa como se puede ver en el monasterio de los Jerónimos. 

En España a lo largo del siglo XII tienen lugar las construcciones de las catedrales de Lérida, Tarragona, Ávila y Cuenca, pero habrá esperar al siglo XIII para encontrar un contexto histórico más favorable para la difusión del gótico. En este sentido, el Reino de Castilla funciono puerta de entrada para el gótico en la peninsula Ibérica, pues era un reino en auge tanto por su iniciativa a la hora de liderar la Reconquista como por sus relaciones comerciales y diplomáticas con otras regiones europeas como Francia o Inglaterra. Las edificaciones más emblemáticas del primer gótico hispánico son las catedrales de León, Burgos y Toledo. La catedral de León es el templo hispánico más similar al estilo francés, inspirada en las catedrales de Reims, Amiens y Chartres, tiene una gran amplitud y luminosidad gracias a sus grandes vidrieras. Su triple pórtico abocinado de la fachada principal cuenta con una prodigiosa decoración escultórica, destacando además por no tener ningún añadido de épocas posteriores. La catedral de Burgos está relacionada con la de Reims, tiene una fachada de tres calles y tres cuerpos con añadidos posteriores del siglo XV. Los remates de sus torres son de clara influencia germánica y dentro del templo cuenta con varias incorporaciones de época renacentista. Por otro lado, la catedral de Toledo tiene cinco naves, ancho crucero, girola doble con tramos rectangulares y triangulares y es considerada la más hispánica de todas, pues su nave central no tiene una excesiva altura y hay una cierta tendencia a la horizontalidad. Del mismo modo, tiene influencias árabes y muchos añadidos de épocas posteriores -renacimiento, barroco y neoclásico- en su interior.


En el siglo XIV, fruto del momento de auge económico que se vive en la Corona de Aragón, es allí donde se inician la construcción de grandes catedrales. El gótico mediterráneo tiende a dar mayor anchura a la nave central y, por lo tanto, los edificios no alcanzan excesivas alturas. De hecho, la diferencia de altura entre la nave central y las laterales es mínima por lo que hay una sustitución de arbotantes por contrafuertes más gruesos. Catedrales como las de Barcelona, Gerona o Palma de Mallorca son las más características de este periodo. Por otro lado, también hay un importante desarrollo del gótico civil como las atarazanas de Barcelona para proveer a los barcos, la lonja de esa misma ciudad, la puerta monumental de Torres de Serranos en Valencia o el castillo de Bellver en Palma. En el siglo XV se reflejan los avances estilísticos y decorativos en los numerosos edificios que se construyen en un momento de recuperación económica en los reinos hispánicos. Un ejemplo es la catedral de Sevilla, con cinco naves de grandes proporciones, hay una tendencia a la igualdad de alturas. Las catedrales de Salamanca y Segovia son ya construcciones del siglo XVI. La arquitectura hispánica del siglo XV bebe de dos fuentes de inspiración. Por un lado, la introducción del gótico-flamígero y por otro, las influencias mudéjares y flamencas. La fusión de estas dos tendencias a mitad de siglo XV tiene como consecuencia la formación de un estilo propio conocido como hispano-flamenco, isabelino o estilo de los Reyes Católicos con ejemplos como el palacio del Infantado en Guadalajara, San Juan de los Reyes en Toledo, la Capilla Real y el Hospital de Granada, la cartuja de Miraflores en Burgos, las fachadas de San Pablo y San Gregorio en Valladolid o, dentro de la arquitectura civil, las lonjas de Mallorca y Valencia y el palacio de la Generalitat en Barcelona. 

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