Apuntes de arte: El arte románico
A principios del siglo XI
todavía pesaba en Europa la descomposición del Imperio Carolingio,
la configuración del feudalismo en el territorio cristiano vino
acompañado de una serie de reformas religiosas en donde destaca el
papel de las órdenes monacales, que favorecieron la aparición del
primer estilo internacional de arte cristiano en época medieval. De
hecho, uno de los principales factores de homogeneización fue la
reforma de la orden benedictina, la reforma de Cluny, que extendió
su poder político y económico a buena parte de Europa Occidental
gracias a su dependencia directa con el Papado. Con ello, el
monasterio de Cluny se convirtió en un verdadero centro cultural
uniformando e internacionalizando el arte. En este sentido, las
peregrinaciones tuvieron un papel fundamental a la hora de extender
las ideas culturales y artísticas. El arte románico es, por lo tanto, un
arte con un fuerte carácter rural, que nació en los monasterios y
los castillos, pero que poco a poco con el florecimiento de las
ciudades, se trasladó allí en forma de iglesias y de catedrales. De
esta manera, el renacimiento de estas como núcleo de población y
producción artesanal se completó con el establecimiento de
edificios religiosos que ejercían de centros espirituales y
artísticos. Así, la mayoría de los historiadores parecen estar de
acuerdo en que el arte románico se extiende, cronológicamente,
desde la primera mitad del siglo XI hasta la segunda mitad del siglo
XIII. Es decir, más de 200 años que se suelen distribuir en torno a
tres grandes etapas. Un primer románico (primera mitad del siglo XI)
caracterizado por ser pobre y funcional. Una segunda etapa denominada
románico pleno (segunda mitad del siglo XI hasta la segunda mitad
del siglo XII) con formas cada vez más elaboradas y, el románico
tardío (hasta la segunda mitad del siglo XIII) donde se va
anunciando las formas del estilo gótico, sobre todo en las
catedrales.
La arquitectura jugó un
papel fundamental dentro del arte románico, de hecho, el resto de
disciplinas parecen subordinarse a la misma. Asimismo, de entre todas
las edificaciones románicas, la iglesia fue el edificio más
representativo, ya que como hemos dicho, tuvo una gran importancia
como centro de vida social, espiritual y cultural. El clásico templo
románico solía ser de planta basilical en cruz latina, con una o
tres naves y, a veces, incluso cinco. Al fondo de la nave central
aparece el ábside y en los templos de peregrinación, para facilitar
el acceso al altar mayor, se podía abrir la girola o deambulatorio
con forma de nave curvilínea alrededor del altar, provoncando la
ampliación del ábside y los absidiolos con capillas radiales. Los
soportes de todo el conjunto son las columnas -planta circular-, los
pilares y las pilastas ya sean simples -planta cuadrada- o compuestas
-cuadradas o cruciformes con medias columnas adosadas-, con capitales
decoradas con formas vegetales o figuras animadas revelando la
tensión espiritual. Del capitel parte el arco de medio punto y, en
ventanas y puertas aparecen las arquivoltas -arcos concéntricos- que
marcan y reducen la abertura del muro. El arquitecto medieval
reemplazó la cubierta de madera por la bóveda de cañón -sección
semicircular- dividida en tramos con arcos fajones de refuerzo,
apoyada en los pilares compuestos para transmitir los empujes a las
naves laterales. En el exterior se contrapone esta fuerza mediante
los contrafuertes adosados al muro. También son bastante frecuentes
en el románico las bóvedas de arista -intersección de dos bóvedas
de cañon- sobre todo en las naves laterales. Las torres, cuadradas,
poligonales o circulares, varían en múmero y situación, aunque
generalmente flanquean la fachada, se erigen sobre el crucero
-cimborrio- o a los lados de la cabecera. El alzado de la nave
central es más alto que las laterales, facilitanto la apertura de
ventanas. Sobre las naves laterales se sitúan las tribunas y las
galerias que comunican con la nave central por el triforio, y los
ánditos, corredores más estrechos. Adosado a la iglesia se halla el
claustro o patio cuadrado, rodeado de arquerías de medio punto y
decoración escultórica en los capiteles. A estas galerías solían
desembocar algunas dependencias como la sala capitular, el
refectorio, la biblioteca, la cocina o la bodega. Esto sería un
prototipo de iglesia románica, pero sus formas variaron en relación a su función como catedral, como iglesia de peregrinación, iglesia basilical o como pequeñas iglesias de carácter rural.
Pese a tratarse del primer estilo
internacional medieval, la extensión del románico hizo que en cada
región se fueran adoptando características distintivas. Francia,
por ejemplo, funcionó como el centro promotor del románico con gran
variedad de iglesias y monasterios. En Borgoña destacó el
monasterio de Cluny con una edificación de cinco naves, doble
crucero, numerosas torres y una cabecera con girola y tribunas, y
también la iglesia de Santa Magdalena de Vézelay con tres naves,
sin tribuna, amplios ventanales y arcos con dovelas alternando la
policromía. En Auvernia, en el centro de Francia, sobresale la
iglesia de Santa Fe de Coques. En el oeste, en Poitiers, Angulema y
Perigueaux se mantiene la influencia bizantina en la tendencia de
naves y cúpula sobre pechinas. En la región de la Provenza, en el
sur, las iglesias son de una sola nave o de tres, en cuyo caso dan
preeminencia a la central, como por ejemplo en el templo de San
Trófimo de Arlés. En el noroeste, las iglesias de la región de
Normandía se caracterizan por la disposición de torres de sección
cuadrada en la fachada, la frecuente alternancia de pilares y anchas
columnas, además de la escasa decoración escultórica. La catedral
de Caen y la abadía de Mont Saint Michel son los edificios más
representativos.
En Italia nos encontramos con una gran
variedad artística. En el norte, en las regiones del Piamonte y
Lombardía vinculadas al imperio germánico y próximas a Francia, el
arte es muy similar al del resto de Europa aunque con una serie de
rasgos formales característicos; los arcos decorativos ciegos o
también llamados arcos lombardos, y la fachada a dos vertientes
similar a los frontones clásicos, como en el templo de San Ambrosio
de Milán. En el siglo XII las iglesias de esta región se
definieron por tener un pórtico avanzado con columnas que se
apoyan en leones, y el campanario y el baptisterio separados del
templo, como por ejemplo las catedrales de Parma y de Módena o la
iglesia de San Zenón de Verona. La región de Toscana desarrolló un
arte más independiente y elegante, con la utilización de mármoles
emulando a la columna clásica, arquerías en las fachadas y cúpula
en el crucero de la catedral. Los conjuntos más característicos son
la catedral, baptisterio y campanile de Pisa y la iglesia de San
Miniato al Monte en Florencia. Por otro lado, Venecia y Roma
mantuvieron la influencia bizantina como en San Marcos, y
paleocristiana en los claustros de San Juan de Letrán y San Pedro
Extramuros, en Roma. En el sur, Nápoles y Sicilia aparecen numerosas
influencias como zona de frontera, desde influencias árabes,
normandas, hasta bizantinas como en las catedrales de Cefalú,
Monreale y Palermo.
La inspiración arquitectónica de
Francia e Italia también llegó a Alemania, con la característica
de que los templos allí tuvieron una escasa decoración escultórica.
Además, las torres adoptaron formas circulares, siendo austeras pero
de grandes elevaciones. El doble ábside también se encuentra en
numerosos templos alemanes, teniendo uno de ellos en la cabecera y
otro en los pies. De esta región son representativas las catedrales
de Worms, Spira y la abadía de Santa María de Loach. La escuela
inglesa tiene una fuerte inspiración de Normandía, no en vano, el
duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, se había convertido
en rey de Inglaterra en el 1066. Los templos ingleses se caracterizan
por ser sólidos y grandes, con largas naves y gruesos soportes
-pilares y columnas-, se hizo uso de las arquerías entrelazadas y de
la decoración geométrica. Destacan las catedrales de Gloucester,
Canterbury y Durham.
Finalmente, otro lugar destacado del
románico es la península Ibérica. La lucha de los reinos
cristianos por arrebatar a los musulmanes territorios, al sur creó
una relativa estabilidad que, junto con el Camino de Santiago,
favoreció la dispersión del románico desde Francia. En la primera
mitad del siglo XI, el denominado primer románico entró por
Cataluña, caracterizado por el empleo de sillares rústicos
irregulares, altas torres de sección cuadrada y decoración a base
de arcos ciegos y bandas verticales lisas -arcos y bandas lombardas-.
Los edificios más importantes de este primer periodo son las de San
Pedro de la Roda, la abadía de Ripoll y San Vicente de Cardona.
Aunque es a lo largo del Camino de Santiago donde se edifican los
templos de mayor relevancia dentro del románico cluniaciense. En
Aragón, por ejemplo, destaca la catedral de Jaca, de planta
basilical, bóveda de arcos cruzados en el crucero, alternancia de
soportes -columnas adosadas y columnas exentas- en la separación de
las tres naves y cabecera con triple ábside. En Palencia, la iglesia
de San Martín de Frómista, pequeña y armónica, funcionaba como
punto de reunión en el Camino con su decoración geométrica del
taqueado jaqués, el cimborrio sobre el crucero y la decoración
figurativa de los capiteles interiores. En León, podemos destacar el
Panteón Real con unas extraordinarias pinturas murales y la iglesia
de San Isidoro. Con influencias de la catedral de Jaca, la catedral
de Santiago de Compostela inició su construcción en el 1075, de
tres naves -bóveda de cañón en la nave central y de arista en las
laterales-, repetidas también en el crucero, girola y cinco
capillas, tiene unas portadas con excelentes relieves. Ya en el siglo
XII nos encontramos con una mayor diversidad regional más allá del
Camino de Santiago. Los edificios más singulares de este periodo son
la catedral de Zamora, la Colegiata de Toro y la Torre del Gallo, la
antigua catedral de Salamanca. En Segovia y en Ávila podemos señalar
los bellos pórticos exteriores y, en Soria, destaca el claustro de
San Juan del Duero, con sus arcos de herradura.
La escultura románica fue en su
mayoría incorporada a la superficie arquitectónica, especialmente
en los capiteles y en las portadas, ejerciendo como un verdadero arte
decorativo. La iconografía del románico se basaba principalmente
en escenas sagradas tomadas del Antiguo y Nuevo Testamento o de las
vidas de los santos, aunque también había cierto interés por la
iconografía profana -bestiarios-. Tras la función decorativa, había
también una función didáctica, pues en una sociedad eminentemente
analfabeta, las imágenes servían para explicar los principales
asuntos dentro de la religión cristiana. Generalmente, las figuras
aparecen rígidas y espiritualizadas, sin prestarle mucha atención a
la anatomía -frente al naturalismo clásico-. En el siglo XI, las
esculturas todavía eran primitivas, desproporcionadas y estáticas.
Pero, poco a poco, durante el siglo XII, las figuras comienzan a
estilizarse y a presentar cierto movimiento.
Por ejemplo, en Francia nos encontramos
con un gran repertorio iconográfico aunque uno de los temas
preferidos es el Pantocrátor. Generalmente hay más esculturas en
los capiteles de claustros o en las portadas que en el propio
interior de las iglesias. Aparecen figuras humanas, representaciones
de animales y seres fantásticos -arpías, dragones, etcétera-, así
como temas vegetales. Hay una increible muestra de esta iconografía
en portadas como las de la catedral de Chartres o Vézalay. En este
sentido, la escultura normanda poco tiene que ver con la del resto de
Europa, pues allí el motivo más característico fue la
ornamentación geométirca en los edificios. Probablemente uno de los
mejores escultores del románico fue Benedetto Antelami, (siglo XII)
dejando en Italia alguna muestra de su talento como en la catedral de
Parma -Descendimiento-. En España, la escultura del siglo XI fue
todavía primitiva en donde destacan los conjuntos de la catedral de
Jaca, la portada de San Isidoro de León, la fachada de las platerías
de Santiago de Compostela y el claustro del monasterio de Silos en
Burgos. Del siglo XII hay otros conjuntos de interés como los de la
iglesia de Ripoll, el claustro de San Juan de la Peña -Huesca- y la
portada de Sangüesa en Navarra. Los escultores del románico final
iniciaron ya el naturalismo gótico en lugares como la portada de San
Vicente en Ávila, la Cámara Santa de Oviedo o el Pórtico de la
Gloria en la catedral de Santiago. En cuanto a la escultura exenta
-de bulto redondo-, hay que decir que fue mucho más escasa que la
escultura arquitectónica. En muchas ocasiones esta escultura, de
madera o de piedra, se redujo a tallas de la Virgen con el Niño o de
Cristo Crucificado por influencia bizantina. También destacan obras
de menor tamaño en marfil, algunas de ellas de gran calidad, como el
Cristo de Fernando I de León o los relieves del arca de San Millán
de la Cogolla.
La pintura románica, al igual que la escultura, tenía una importante función didáctica. Por eso, buscaba las formas simples, propias de una pintura simbólica, para ofrecer una imagen del mundo espiritual cristiano. Mayoritariamente pintura mural -al fresco- o sobre tabla, los colores eran planos y servían para decorar los muros, las bóvedas y los altares de las iglesias. No había preocupación por la profundidad o la luz, así una de las principales características de la pintura románica es su bidimensionalidad y su simbolismo -es decir, antinaturalismo-. Una de las iconografías más frecuentes en la pintura mural era el Pantocrátor, generalmente en el ábside de los templos y flanqueado por otros símbolos referentes a los evangelistas o a la Virgen y el Niño. Los muros laterales generalmente se decoraban con temas recurrentes del evangélio y, los muros de los pies de la iglesia, con escenas del Juicio Final. En España hay una gran diversidad iconográfica, con pinturas originales de gran calidad de entre las que destacan las pinturas de Santa María de Tahull o las bóvedas del Panteón Real de San Isidoro de León, con una policromía suave y una línea fina, las escenas son alegres y bucólicas, como por ejemplo la Anunciación a los pastores muy relacionada con el calendario agrario. Por otro lado, en San Baudelio de Berlanga, hay un excelente ejemplo de la fusión entre la pintura románica y la mozárabe, con unas escenas de cacerías y figuras animales muy características del arte profano.
La pintura románica, al igual que la escultura, tenía una importante función didáctica. Por eso, buscaba las formas simples, propias de una pintura simbólica, para ofrecer una imagen del mundo espiritual cristiano. Mayoritariamente pintura mural -al fresco- o sobre tabla, los colores eran planos y servían para decorar los muros, las bóvedas y los altares de las iglesias. No había preocupación por la profundidad o la luz, así una de las principales características de la pintura románica es su bidimensionalidad y su simbolismo -es decir, antinaturalismo-. Una de las iconografías más frecuentes en la pintura mural era el Pantocrátor, generalmente en el ábside de los templos y flanqueado por otros símbolos referentes a los evangelistas o a la Virgen y el Niño. Los muros laterales generalmente se decoraban con temas recurrentes del evangélio y, los muros de los pies de la iglesia, con escenas del Juicio Final. En España hay una gran diversidad iconográfica, con pinturas originales de gran calidad de entre las que destacan las pinturas de Santa María de Tahull o las bóvedas del Panteón Real de San Isidoro de León, con una policromía suave y una línea fina, las escenas son alegres y bucólicas, como por ejemplo la Anunciación a los pastores muy relacionada con el calendario agrario. Por otro lado, en San Baudelio de Berlanga, hay un excelente ejemplo de la fusión entre la pintura románica y la mozárabe, con unas escenas de cacerías y figuras animales muy características del arte profano.
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