Apuntes de historia: Del Neolítico a las sociedades urbanas del Próximo Oriente
Actualmente,
la periodización de lo que conocemos como Prehistoria está en
continua revisión, entre ello el propio concepto de qué es lo
neolítico, que se empezó a utilizar a mediados del siglo XIX como
una forma de distinguir la industria lítica que no solo era tallada
sino también pulida. Pero, como decimos, este sistema de las Tres
edades elaborado por Christian Jürgensen Thomsen quedó hace años
en desuso y la palabra Neolítico, que se sigue usando para definir
el último periodo de la Prehistoria, ha ido adquiriendo una
definición mucho más compleja más allá de la forma de trabajar la
piedra. De este modo, entendemos por Neolítico un periodo
complejo y de grandes cambios para la vida humana que comprendió,
más o menos, desde el 10.000 al 2.900 aC. El acontecimiento
principal fue el cambio progresivo de una vida basada en la caza y la
recolección, a otra dirigida al desarrollo de la agricultura y la
domesticación de los animales. Las consecuencias de esto fueron
tales que a este proceso de neolitización se le suele denominar
también como la revolución neolítica. Geográficamente, el
Neolítico surgió en el Próximo Oriente, no solo porque eran las
áreas nucleares donde existía el trigo y la cebada de manera
silvestre, sino porque la crisis de alimentación que vivieron los
grupos humanos que habitaban en dichas regiones por la falta de
grandes presas obligó a estos a buscar otra respuesta. Esa solución
fue la domesticación del medio físico, una auténtica revolución,
un verdadero cambio para la historia de la Humanidad.
Pero
la explicación no parece tan sencilla, ya que a lo largo de toda la
historiografía contemporánea nos podemos encontrar numerosas
teorías en torno al cómo y al porqué de este gran cambio. Sin
duda, una de las teorías con más peso en las primeras décadas del
siglo XX fue la hipótesis del oasis de Gordon Childe (1936), donde
proponía que los grupos humanos llegaron a la domesticación de
manera natural tras una serie de cambios climáticos que desertizaron
el Próximo Oriente -determinismo naturalista-. Braidwood (1960)
planteó la teoría de las zonas nucleares donde existen unas zonas
geográficas en las que se concentran los agrotipos, como lugares
ideales para que el ser humano madure culturalmente -idealista-. Por
otro lado, Binford y Flannery (1968) con su teoría de las áreas
marginales relacionaban la abundancia de animales en una determinada
región en la que el hombre las domestica, para luego, tras un
crecimiento demográfico, trasladarse a otros lugares con esas
especies domesticadas, creado una situación de dependencia -ecología
cultural-. Cohen (1977) hablaba, en su teoría de la presión
demográfica, de la saturación espacial de los grupos de
cazadores-recolectores, obligando a algunos de ellos a un cambio de
estrategia para su supervivencia, sustituyendo la subsistencia por la
producción -materialismo cultural-. En una línea similar, Harris
(1979) con su teoría del rendimiento decreciente quiso demostrar la
relación entre la disminución de la megafauna a finales del
Pleistoceno con el inicio de una economía de producción que pudiera
satisfacer las necesidades del hombre -materialismo cultural-. La
teoría del factor social propuesta por Testart (1982) partía de la
hipótesis de la existencia de dos grupos, cazadores-recolectores
móviles y cazadores-recolectores sedentarios. Estos últimos
comienzan la acumulación y su mayor presión de consumo les llevó a
una economía de producción así como a una sociedad más compleja
-materialismo histórico-. Rindos (1984) con la teoría del
seleccionismo cultural quería explicar cómo ciertas características humanas fueron determinantes para la aparición de variantes
culturales como la experimentación o la toma de conciencia
-neodarwinista-. Finalmente, la teoría de la domesticación de la
sociedad de Hooder (1990) quiso ver en la domesticación el reflejo
de la dominación y control de lo salvaje, que se traslada a la
sociedad en la creación de almacenes, el procesar los alimentos,
etcétera -neoidealista-.
Sea
como fuere, hay cierta unanimidad en considerar que el origen
de la revolución neolítica
fue en la región del Próximo Oriente, desde las mesetas de Irán y
Anatolia, hasta el mar Caspio y Palestina. Ya que si bien esta región
era idónea para la caza y la recolección durante el Pleistoceno, por
sus grandes praderas de gramíneas y animales salvajes, a partir del
10000 aC el clima se volvió más cálido y seco, provocando la
concentración de las poblaciones en los valles de los ríos. En este
sentido, la
difusión del Neolítico
suele girar en torno a dos posturas prácticamente contradictorias. La
teoría difusionista defiende que desde un núcleo original en el
Próximo Oriente se produjeron varias vías de difusión desde el
6000 aC, ya sea vía terrestre hacia Oriente en Mesopotamia y hacia
Occidente en Anatolia, los Balcanes, el Danubio hasta llegar a Italia
y Europa Occidental, o también marítima, hacia Egipto, las islas
del mar Egeo, el Adriático así como el Mediterráneo Occidental.
Evidentemente esta tesis choca con la aparición de procesos de
neolitización tan lejanos en el espacio y el tiempo como el que se
produjo en América Central. Por otro lado, la teoría evolucionista
mantiene que existió un desarrollo independiente en cada lugar,
tanto en diferentes puntos del Próximo Oriente como en otros núcleos
en la India o China.
Los
orígenes de la agricultura estuvieron ligados a una serie de
factores como los cambios climáticos, los hábitats naturales
propicios, el crecimiento de la población y los desequilibrios
demográficos. Se introdujo de manera gradual, al igual que el
pastoreo y la domesticación de algunos animales, estos modos de vida
coexistieron durante mucho tiempo con la caza y la recolección. La
domesticación vegetal, por ejemplo, consistió en un aprendizaje
experimental al comprobar que donde se arrojaban los desechos de las
plantas recolectadas volvían a nacer nuevas plantas. Poco a poco, se
empezaron a seleccionar las mejoras variedades para sembrar y, de
este modo, la selección de semillas se empezaron a aplicar a otras
variedades. De todos ellos, los cereales fueron el cultivo más
importante ya que era capaz de proporcionar suficiente alimento para
el aumento demográfico de las primeras culturas sedimentarias. Los
animales eran una importante
fuente de proteínas, no solo en forma de carne, sino también leche,
huevos, lana, pieles, cuero, estiércol. La domesticación animal
dependió sobre todo de los rasgos de los propios animales, ya sea
por su docilidad, por sus cambios de conducta, así como por su
capacidad de crianza. Las etapas de la domesticación fueron, en
primer lugar, el control del ganado tras su captura y amansamiento,
alimentando y protegiéndolos de sus depredadores. Una segunda etapa
caracterizada por la crianza selectiva, con control de los
especímenes y su alimentación. Mediante este proceso se
domesticaron animales como el buey, el cerdo, la oveja o la cabra y
bastante más tarde el caballo y el burro. La ganadería intensiva se
deserrolló en lugares agrícolas y el pastoreo en regiones poco
propicias para la agricultura. Desde ese momento, agricultores y
pastores constituyeron dos grupos sociales de gran importancia para
las sociedades antiguas y que tantos relatos de enfrentamiento nos ha
dejado en la cultura popular.
El
desarrollo de la agricultura y la domesticación de los animales tuvo
dos grandes consecuencias, la sedentarización y la revolución
económica. Debemos de entenderlo como un proceso circular, es decir,
cada acontecimiento se convirtió al mismo tiempo en una consecuencia
de un nuevo paso en la nueva forma de vida que trajo la
neolitización. De este modo, la principal consecuencia de la
sedentarización de los grupos humanos fue una organización más
compleja en forma de aldeas. La concentración de grupos humanos
permitió la división del trabajo, mejoras técnicas, las prácticas
comercial y religiosa, así como la fragmentación de la comunidad en
clases sociales. Gracias al modelo de reproducción cultural, este
proceso se convirtió en imparable. En un desarrollo gradual las
comunidades aumentaban de tamaño y su organización, por lo tanto,
se hacía cada vez más compleja. Las viviendas, por ejemplo, se
convertían en espacios complejos que reflejaban la nueva vida
sedentaria, ya que si bien antes el hábitat pre-neolítico se
componía de viviendas aisladas, circulares y semisubterráneas, la
nueva aldea sedentaria construía sus casas pegadas, de planta
rectilínea y con varias habitaciones.
La
tribu era la base de la organización social, las familias más
poderosas comenzaron con la apropiación de bienes, con viviendas o
incluso tierras, aunque estas últimas en su mayoría pertenecían a
la comunidad. La estructura familiar era la patriarcal y
originalmente la organización del trabajo exigía la cooperación de
todas las familias, pero los problemas con esta cuestión -el
cultivo, el cuidado de los sistemas de irrigación, la defensa, el
almacenaje de la producción- ocasionó la aparición de las primeras
jefaturas y una mayor jerarquización social. La sedentarización
también vino acompañada de un mayor desarrollo técnico, tanto en
las herramientas de trabajo para la producción agrícola -azada, hoz
o arado-, en los medios de almacenaje -cestería y cerámicas-, en
los sistemas de transporte -la rueda o las primeras embarcaciones a
vela-, en las construcciones -construcción de viviendas y edificios
públicos-, en la artesanía, así como en las armas. La vida
sedentaria, con personas dedicadas a tiempo completo a la agricultura
y al cuidado de los animales, ocasionó una división inicial del
trabajo, con la aparición de oficios especializados como ceramistas,
alfareros, metalúrgicos, constructores, que a su vez mejoraban la
producción con sus mejoras técnicas. El aumento de la producción y
el aumento de la demanda provocó que estas nuevas comunidades
tuvieran que saciar sus necesidades por medio del intercambio, por lo
que el desarrollo del comercio es otra de las importantes
consecuencias que tuvo la neolitización de la sociedad. Con el
comercio, no solo se intercambiaban productos sino también ideas,
con lo que favoreció la dispersión de los modos de vida sedentarios
sobre otros grupos cercanos. Finalmente, otra de las consecuencias
que trajo la neolitización fue el desarrollo de las prácticas
religiosas, culturas y artísticas que en esos momentos estaban muy
ligadas.
Una
de las primeras regiones donde aparecieron centros de vida sedentaria
fue Anatolia. El poblado de Catal Huyuk, que fue excavada
entre 1961 y 1965, es su máximo ejemplo. Formada a caballo entre el
Mesolítico y el Neolítico, en torno al año 7000 aC, fue una
comunidad agrícola y ganadera con una gran complejidad en su
estructura social. Su economía se basaba en la agricultura de secano
-trigo, cebada, guisantes, lentejas- así como en la recolección de
frutos secos, la ganadería bovina combinada con la caza, la
artesanía -siendo uno de los primeros centros conocidos donde se
fundió el cobre-, la cerámica y, por supuesto, el comercio. La
aldea estaba formada por casas pequeñas adosadas sin calles, ya que
se accedía a las viviendas mediante unas escaleras por el techo.
Tenían pequeños santuarios decorados con pinturas referentes a
escenas de cacería, relieves de la diosa madre y cabezas de
animales. Probablemente su religión era politeísta, basada en el
culto a diferentes deidades como la diosa de la fertilidad, la
naturaleza. Sus muertos eran enterrados debajo de las salas
centrales de las viviendas, aunque el hallazgo de cuerpos con lujoso
ajuar sugiere que los jefes o caudillos recibirían otro tratamiento.
Por otro lado, la franja siro-palestina es una región de gran
importancia para el estudio del desarrollo de la vida sedentaria. La
cultura natufiense desarrollada entre el Mesolítico y el Neolítico (10800-8500 aC), ha proporcionado numerosas cuevas y yacimientos como
en Monte Carmelo, en el Valle del Alto Jordán o en Jericó, donde
aparecieron restos de numerosas viviendas y otras estructuras. En
Monte Carmelo, por ejemplo, ya que todavía no había una industria
cerámica, se enterró bajo el suelo de las casas mascarillas de
barro creadas a partir de los cráneos de los difuntos. Entre el 6000
y el 4000 aC, con la generalización del uso de la cerámica,
aparecen ya los primeros restos en la región, principalmente en
torno a los yacimientos de Gasul y Beersheba.
Hacia
el 7000 aC ya existían pueblos sedentarios en la mayoría de las
mesetas que rodean los valles del Tigris y el Eúfrates, como
por ejemplo Catal Huyuk o Jarmo -con unos 150 habitantes y un nivel
cultural muy similar al de Catal Huyuk-. Poco a poco numerosos
campesinos decidieron establecerse en la llanuras fluviales cercanas
a los ríos por sus mejores condiciones para desarrollar un sistema
de regadío. Estas primeras sociedades «hidráulicas»-concepto
acuñado por Witfogel- cubrirán grandes espacios de un enorme
potencial para el cultivo, a cambio de perder otros recursos como la
madera o la piedra. Esta razón, llevó a los pueblos de Mesopotamia
a potenciar en buena medida el comercio, con la obligación de tener
que controlar grandes extensiones de territorio para asegurar sus
rutas comerciales. Con el desarrollo agrícola y la ampliación del
comercio, llegó el desarrollo de la industria de la cerámica y el
cobre. Según las características de su cerámica se han destacado
varios periodos o culturas. En primer lugar Hassuna (6000-5000
aC), desarrollada en el norte de Mesopotamia, cultivaron cereales al
mismo tiempo que explotaban el ganado ovino, bovino y porcino. Se
iniciaron en la fundición del cobre y el plomo y los más curioso de
todo, aparecen los primeros sellos de coralina y turquesa, siendo
seguramente los primeros sellos de impresión creados para
identificar la propiedad privada. Las casas de barro seco,
evolucionan desde unas formas sencillas hasta tener varias
habitaciones y patios interiores. Del mismo modo, aparece el horno de
cerámica de dos cámaras y las primeras muestras de cerámica
pintada. La cultura de Samarra fue coetánea a Hassuna, se
desarrolló en la región central del río Tigris. Destaca por tener
las primeras técnicas conocidas de cultivo de regadío. Su cerámica
aparece decorada con pinturas que reflejan mujeres y animales.
También encontramos figurillas femeninas policromadas, con tatuajes
y peinados sofisticados. En torno al 5500 aC encontramos los restos
de la cultura Halaf, que no tuvo continuidad con los grupos
anteriores, por lo que se ha propuesto la posibilidad de que fuera un
grupo nuevo. Su arquitectura con casas redondas y abovedadas, así
como sus ritos funerarios -enterramientos en pozos o incineración de
cadáveres y enterramiento de las cenizas en vasijas bajo el suelo de
las viviendas-, eran totalmente diferentes a lo que se había estado
practicando en la región. La presencia de dos ritos distintos nos
puede decir también que se trataba de una sociedad multicultural
con, al menos, la presencia de dos grupos sociales. Su cerámica era
muy evolucionada y contó con una gran extensión desde la costa del
Mediterráneo hasta las montañas de Irán. Como en Samarra, aparecen
sellos de molde para marcar la propiedad -luego se emplearán los
cilindros-sello-.
En
Egipto también han aparecido varios yacimientos arqueológicos
que demuestran el progresivo desarrollo de las primeras comunidades
sedentarias en torno al río Nilo. En esta región, ya desde finales
del Paleolítico Superior, hubo intentos de cultivar cebada
aprovechando los ricos suelos del Nilo, aunque no fue hasta pasado el
X milenio cuando estas comunidades se empezaron a asentar. La primera
gran fase predinástica fue el Badariense (6.500-4.500 aC),
denominada así a partir del yacimiento de El Badari donde se
encontró la presencia de una importante comunidad de agricultores y
recolectores que vivían en casa de barro. Poseían una importante
industria de la cerámica, de un color rojo con los bordes
ennegrecidos. Los enterramientos se realizaban en pequeñas tumbas de
madera en las que se depositaban pequeños ajuares de utensilios y
alimentos. Su desarrollo cultural era notable, de hecho, cuentan con
una de las primeras construcciones astronómicas de la Humanidad (en
torno al 4500 aC) en el yacimiento de Nabta. Otra segunda fase fue el
Amratiense (4000-3950 aC) de la que solo se conoce el
yacimiento de El Amra. Presenta una gran continuidad con la etapa
anterior con la misma cerámica roja, aunque con ciertas novedades,
como por ejemplo, las primeras cerámicas decoradas con diseños
geométricos o figuras naturalistas.
De
este modo, hemos visto cómo se fueron conformando los primeros
asentamientos de comunidades sedentarias, pero el siguiente paso fue
la configuración de estos núcleos en auténticas ciudades, como
elemento decisivo para la consolidación de lo que conocemos como
civilización. De hecho, el propio concepto de civilización deriva
de la palabra ciudad, civitas. Tradicionalmente, se ha considerado
que el paso de aldea a ciudad se dio en torno al año 4.000
aC, cuando algunas poblaciones llegaron a alcanzar tal nivel de
complejidad social que requirieron de una mayor especialización del
trabajo, una jerarquización en clases sociales y, como consecuencia
directa, la aparición de las jefaturas y los primeros proto-Estados.
Este proceso ha generado un gran debate en la historiografía
contemporánea y a continuación vamos a señalar algunas de las
hipótesis que se han barajado sobre el origen de las primeras
sociedades urbanas. En primer lugar, destacamos la hipótesis
hidráulica, propuesta por Wittfogel y Steward. Señalan que hubo una
aparición simultánea de las primeras civilizaciones en regiones
donde se practicaba la agricultura de regadío a gran escala, ya que
esta requería una mayor coordinación y dirección centralizada. A
partir de esta teoría, y como ya hemos visto, Wittfogel acuñó el
término de sociedades hidráulicas a medidos del siglo XX. Por otro
lado, Gordon Childe propusó que con la agricultura de regadía
intensiva aparecieron los primeros artesanos especialistas mantenidos
con la producción de otros, lo que hacía necesario un sistema
complejo de almacenes para crear un excedente -hipótesis de la
especialización artesanal-. Carneiro y Diakonoff en su hipótesis de
la presión y los conflictos poblaciones, hablan del crecimiento de
la organización administrativa y de la creación de núcleos
urbanos fortificados como una consecuencia directa de la presión
demográfica y los conflictos entre poblaciones. Otra hipótesis
explica el origen de la sociedad urbana a raíz del crecimiento y
desarrollo de un comercio cada vez más complejo. Finalmente, existen
otras teorías de la urbanización como resultado de múltiples
factores, como por ejemplo McCormick Adams que nos habla de un
aumento de tierras cultivables, el nacimiento de una élite
religiosa, el desarrollo administrativo como desencadenantes de la
sociedad urbana. Esta explicación podía ayudar a comparar los
procesos de urbanización tanto en el caso mesopotámico como en el
México prehispánico.
Así
pues el nacimiento de las primeras sociedades urbanas, el nacimiento
de las ciudades trajo consigo una serie de consecuencias que
en muchos casos son factores que favorecieron al propio proceso de
transformación de núcleos de población en verdaderos centros
urbanos. Entre ellas podemos destacar, la aparición de una clase
dirigente que domina a los productores, principalmente agricultores y
pastores, la estratificación social y la división profunda del
trabajo, con la aparición de nuevas élites como la jerarquía
militar o religiosa. Aunque, sin ninguna duda, la característica más
importante fue la aparición de la escritura, que pese a su
lento desarrollo representó uno de los inventos más importantes de
la historia de la Humanidad. Al principio la escritura sirvió como
instrumento para identificar la propiedad mediante marcas, luego como
herramienta contable para registros, pesos y excedentes, tras el
aumento de la producción y del comercio, y finalmente como manera de
reflejar la vida cotidiana de las personas. De esta manera, las
primeras muestras de escritura aparecen en la ciudad de Uruk en torno
al año 4.000 aC. Eran escritos sobre arcilla y fundamentalmente se
trabaja de marcas o sellos que reflejaban ideas sencillas, o como
hemos dicho la pertenencia o propiedad de los recursos. De la
evolución de estos ideogramas, surgió a mediados del III Milenio la
escritura cuneiforme que básicamente simplificó esos pictorgramas.
Esta práctica era un monopolio de los escribas dependientes de los
caudillos o jefes de poder, así como de los sacerdotes para llevar
la contabilidad de los templos.
Mucho
se ha hablado de los condicionantes naturales que posibilitaron la
creación de estas primeras ciudades urbanas, pero realmente esto no
ha dejado de ser sino un factor más a tener en cuenta dentro del
desarrollo general. Los aspectos sociales, políticos, económicos,
culturales e incluso religiosos tuvieron una importancia similar, de
hecho, culturas como El-Obeid, Uruk o Jemdet Nasr aportaron algunos
de los elementos básicos que definen el estadio de civilización y
que corresponde, en términos históricos, con el momento de
formación de los primeros Estados. Tanto en Mesopotamia como en
Egipto las primeras construcciones políticas que surgen tras la
revolución neolítica fueron entidades que se han conocido como
monárquico-religiosas, donde el poder político lo ostenta un rey y
el poder religioso un sacerdote. En Mesopotamia, por ejemplo, el rey
era el hombre encargado por los dioses para velar por el bien de la
comunidad. Por ello, estaba dotado de una serie de poderes
extraordinarios, algunos reales otros ficticios, pero de gran
importancia para el mantenimiento del orden y la autoridad. En
Egipto, en cambio, el rey-faraón era considerado un auténtico dios,
tanto en vida como después de su muerte. Poco a poco, la división
entre el palacio y el templo se fue acusando, separando lo que era el
poder político del religioso. A diferencia de otras formas de
organización social, en estos proto-Estados existía una clase
privilegiada, compuesto por sacerdotes y funcionarios que se
benefician directamente de la producción y de los excedentes, ya sea
en forma de tributos o de ofrendas por los servicios prestados a la
comunidad. Este esquema redistributivo que afectaba también al rey o
al jefe político, marcó el inicio de la diferenciación social en
función del trabajo. Por un lado, estaban aquellos que trabajaban y
por otro, los que controlaban la producción. En este sistema pronto
se hace necesario la existencia de una organización militar que
defienda los bienes comunes y mantenga el «orden
público». La evolución de este
grupo permitirá llevar a cabo expediciones hacia el exterior, lo que
supondrá un mayor poder para el rey o el faraón con la conquista de
nuevos territorios.
En
Mesopotamia hubo dos grandes periodos posteriores a El-Obeid
que acabaron por determinar el proceso en la evolución urbana de la
región, primero ciudades-templo, luego ciudades-Estado y finalmente
Estados nacionales. La cultura de Uruk (3750-3150 aC) se
extendió desde el sur de Mesopotamia, la primitiva Sumeria, hasta
Siria. Su arquitectura alcanzó niveles extraordinarios, como los
conjuntos monumentales de la ciudad de Uruk, primero de una extensión
de 8 hectáreas y después hasta unas 60, con prácticamente 20.000
habitantes. Se conocen numerosos templos como por ejemplo en Eridu,
uno de los primeros, de planta cuadrada y con tal solo tres metros de
lado. El Templo Blanco del dios Anu -cielo- se alzaba sobre una
terraza rectangular y tenía unos 12 metros de alto. El edificio lo
coronaba una planta tripartita con una sala central alargada y un
altar para las ofrendas. Se accedía al edificio por medio de un
sistema de rampas y escaleras. Este edificio era un ejemplo del
control que tenía la clase sacerdotal sobre el conjunto de la
ciudad, con grandes recursos económicos y artesanos cualificados.
Otros ejemplos son los templos de Eanna -diosa de la Luna-. La
cerámica, sin decoración, pulida y brillante, sustituía a la
cerámica decorada de El-Obeid. Los vasos de piedra parecen sustituir
a la cerámica en las cuestiones relacionadas con el culto, con
decoraciones referentes a la vida cotidiana y religiosa. Uno de los
primeros ejemplos de escultura monumental de bulto redondo es la
cabeza de mármol blanco de Uruk. Dentro de la glíptica, la
principal novedad es la sustitución del sello-impronta por el
cilindro-sello, que imprime una serie de mensajes o escenas al rodar
sobre la arcilla. Jemdet Nasr (3150-2900 aC) fue un periodo
donde se consolidó la cultura y la sociedad urbana en torno a los
templos, de hecho durante esta fase muchos de ellos se reconstruyen.
Además, la cerámica vuelve a presentar decoración policromada y,
en ocasiones, también incrustada.
En
Egipto las primeras ciudades se configuraron como importantes
centros administrativos y religiosos, pese a contar con una población
bastante reducida. Se suele distinguir un gran periodo en esta fase
predinástica, el Gerzense (3900-3000 aC), denominado así
porque uno de los yacimientos más conocidos es el de Gerza. Entre
los restos más destacables están los hallazgos de oro y piedras
preciosas que demuestran la vinculación comercial con los
territorios de Oriente Próximo. El hallazgo de 3.000 tumbas en
Nagada ha permitido conocer mucho mejor el periodo previo a la etapa
histórica del Antiguo Egipto.
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